Al igual que el año pasado, la 57ª reunión de la Comisión para el
Estatus de la mujer (CSW) –celebrada entre el 4 y el 15 de marzo– ha
finalizado sin que los países participantes hayan llegado a un acuerdo.
En un editorial del New York Times,
se acusaba al Vaticano, a Irán y a Rusia, de haber puesto trabas a la
declaración sobre los llamados “derechos reproductivos” de la mujer
(incluyendo el aborto) que la ONU lleva tiempo fraguando y para la que
no consigue el respaldo pretendido.
A pesar de que el NYT haya querido vender la posición antiabortista
como una cruzada de unos pocos países ultramontanos, lo cierto es que
las fuerzas estaban mucho más igualadas. En un bando, el que
reivindicaba el aborto como un derecho humano, estaba Estados Unidos y
la mayor parte de los países europeos participantes en la Comisión, con
Noruega especialmente activa. En el otro, además de la Santa Sede, Rusia
e Irán (que se oponían por motivos distintos), había también países
europeos, pero sobre todo latinoamericanos, africanos, asiáticos y de
Oriente Medio.
Más que bloqueo, obsesión Desde el otro bando
ideológico, la perspectiva es diferente: los países que se han opuesto
al “derecho reproductivo” del aborto lo han hecho, en su mayoría, porque
no consideran que esa sea la mejor forma de proteger a la mujer frente a
la violencia, sino más bien al contrario. En cuanto a quién tiene la
culpa de que las negociaciones no hayan llegado a buen puerto, el grupo
de países pro-vida critica la obsesión de ciertas instancias (Estados
Unidos, Noruega y varios organismos de la propia ONU) de incluir en las
declaraciones un lenguaje ambiguo que abra el camino para un aborto a la
carta: referencias a los “derechos reproductivos”, “máximos estándares
de salud sexual”, “control de la propia sexualidad”, o la inclusión del
aborto como una forma de “violencia contra la mujer”.
Un ejemplo de este tipo de lenguaje, a la vez ambiguo y coercitivo,
es el mensaje escrito por la delegación de Estados Unidos en la CSW para
el Día Internacional de la Mujer: “como personas no somos libres si
permitimos que las mujeres y chicas tengan que luchar por sus vidas al
encontrar sus derechos reproductivos bloqueados”. Pero la idea de que no
permitir el aborto libre llevará a las mujeres a tener que “luchar por
sus vidas” es claramente engañosa. Lo que puede provocar ese tipo de
situaciones es sobre todo un sistema de salud deficiente. Y al
contrario: Irlanda ha demostrado que es compatible una mortalidad
materna muy baja y una política restrictiva sobre el aborto. También
sorprende que la declaración de Estados Unidos no incluya, siquiera como
contrapeso, una referencia a la vida del niño.
La llamada “demanda no satisfecha” de
contracepción no se corresponden con la definición de “demanda” que
utilizaría cualquier economista
Precisamente esto fue lo que le criticaron más de 20 organizaciones pro-vida,
que firmaron una petición conjunta dirigida a la delegación
estadounidense. En esa carta denunciaban además que Estados Unidos,
junto con otros países y organismos, estaba tratando de eliminar
referencias al “derecho inherente a la vida de toda persona” de acuerdos
internacionales previos firmados en la ONU.
Fernando Rodríguez Borlado
Aceprensa
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