En su homilía en Casa Santa Marta, Francisco comentó el Evangelio de la mujer adúltera para explicar qué es la misericordia de Dios. El Papa dijo que Jesús perdonó a la mujer sin juzgarla y le pidió no pecar más.
PAPA FRANCISCO
"Así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura. Dios perdona pero no con un decreto, sino con una caricia, acariciando nuestras heridas del pecado. Porque Él está implicado en el perdón, está implicado en nuestra salvación”.
"Así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura. Dios perdona pero no con un decreto, sino con una caricia, acariciando nuestras heridas del pecado. Porque Él está implicado en el perdón, está implicado en nuestra salvación”.
Francisco añadió que el perdón borra los pecados y que la misericordia los arrincona devolviendo la paz a la vida de las personas.
EXTRACTO DE LA HOMILÍA DEL PAPA
(Fuente: Radio Vaticana)
(Fuente: Radio Vaticana)
"Jesús supera la ley y va más allá. No le dice: ‘¡El adulterio no es pecado!’. ¡No lo dice! Pero no la condena con la ley. Y éste es el misterio de la misericordia. Éste es el misterio de la misericordia de Jesús”.
"Pero, ‘Padre, la misericordia ¿borra los pecados?’. ‘No, ¡lo que borra los pecados es el perdón de Dios!’. La misericordia es el modo con que Dios perdona. Porque Jesús podía decir: ‘Yo te perdono. ¡Ve!’, como dijo a aquel paralítico que le habían presentado desde el techo: ‘¡Te son perdonados tus pecados!’. Aquí dice: ‘¡Ve en paz!’. Jesús va más allá. Le aconseja que no peque más. Aquí se ve la actitud misericordiosa de Jesús: defiende al pecador de sus enemigos; defiende al pecador de una condena justa. También nosotros, cuántos de nosotros, quizá deberíamos ir al infierno, ¿cuántos de nosotros? Y esa condena es justa… y Él perdona más allá. ¿Cómo? ¡Con esta misericordia!”
"Nosotros miramos el cielo, tantas estrellas, tantas estrellas; pero cuando sale el sol, por la mañana, con tanta luz, las estrellas no se ven. Y así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura. Dios perdona pero no con un decreto, sino con una caricia, acariciando nuestras heridas del pecado. Porque Él está implicado en el perdón, está implicado en nuestra salvación. Y así Jesús hace de confesor: no la humilla, no le dice ‘¡Qué has hecho, dime! ¿Y cuándo la has hecho? ¿Y cómo lo has hecho? ¿Y con quién lo has hecho?’. ¡No! ‘¡Ve, ve y de ahora en adelante no peques más!’. Es grande la misericordia de Dios, es grande la misericordia de Jesús. ¡Perdonarnos, acariciándonos!”.
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