Roma espera que asistan un millón de peregrinos a la misa de canonización. El Vaticano ayer ya era una fiesta
Confundidos entre los turistas que en estas fechas visitan la capital de Italia, miles de peregrinos hacían ayer largas colas frente a la columnata de Bernini para visitar por última vez en la basílica de San Pedro las tumbas de Juan XXIII y Juan Pablo II antes de su canonización mañana domingo. Como ocurriera hace dos años, con la beatificación de Karol Wojtyla, los peregrinos polacos han recorrido kilómetros de carretera para asistir a la ceremonia. Desde Lodz, en el centro del país, han venido en coche Andrzej, su mujer y sus dos hijos. Hicieron un viaje de dos días, 16 horass de carretera el primer día y ocho horas el segundo.
Dos enormes tapices de los nuevos santos cuelgan de la fachada de la basílica de San Pedro
También desde Lodz llegó el pasado jueves Katarzyna con sus padres, aunque por vía aérea. Katarzyna tieneene 35 años y es bióloga. Recibió la Primera Comunión de manos de Juan Pablo II cuando tenía 8 años. Fue en el aeropuerto de su ciudad, el sábado 13 de junio de 1987. «Me doy cuenta de la suerte que tengo, aunque en realidad de ese día solo recuerdo que pasé mucho calor y que, al término de la ceremonia, me acerqué a mi madre para decirle: tengo hambre», recuerda con una sonrisa divertida.
«Una persona increíble»
No fue esa la única vez que estuvo con el Papa polaco; también asistió a la Jornada Mundial de la Juventud en Roma, en el año 2000. Katarzyna enumera una larga lista de adjetivos para definir al nuevo santo: «Fue una persona increíble, Grande, grandioso, tranquilo… más que tranquilo, infundía paz. Y parecía que siempre tenía tiempo para cada uno. Lo echo de menos». «Si tuviera que escoger un recuerdo, sería este: durante una ceremonia, rodeado de muchísima gente, el Papa estaba rezando el breviario. Estaba hablando con Dios, como si no hubiera nadie más», añade la joven polaca.
Pawel y Anna son de Varsovia. Han viajado a Roma con Teresa, la madre de Anna, y con sus dos hijos pequeños: Francesco, de 3 años, y Paula, de 10 meses. No querían perderse la elevación a los altares de su compatriota, al que conocieron durante su pontificado, tanto en Polonia como en Roma: «Juan Pablo II fue una persona grande, buena. Un hombre de amor, de fe y de esperanza».
Muchos españoles se han acercado también a la Ciudad Eterna para rendir homenaje a los dos pontífices. Jaime, párroco de La Vileta, en Mallorca, ha venido con sus padres, Agustín y Catalina, que este año celebran 50 años de matrimonio. «Mis padres se casaron en 1964, en la época del Concilio Vaticano II, que convocó Juan XXIII, por lo que su matrimonio ha ido en paralelo a los últimos pontífices», comenta Jaime.
¿Qué significado tienen para la Iglesia estos dos nuevos Papas santos? «La canonización es un hecho histórico, ppero también de gran peso eclesial, es un momento de ggracia. Juan XXIII y Juan Pablo II nos han dado un testimonio cercano, y también un ejemplo de adaptación a los tiempos, cada uno en lla época que le tocó gobernar la Iglesia», añade. Desde Madrid vienen Pablo, José Manuel y Jorge. Están durmiendo en sacos de dormir en la casa de un amigo, que vive en Roma. Pablo es de Barcelona, pero vive desde hace tiempo en la capital, donde trabaja. Define a Juan Pablo II como «mi Papa. Con él he nacido, he crecido y la religión se ha hecho fuerte en mí gracias a él». Si tuviera que escoger un recuerdo particular sobre este Romano Pontífice, sería sin duda el encuentro con los jóvenes en el aeródromo de Cuatro Vientos, en Madrid, en mayo de 2003.
José Manuel, oriundo de Murcia, estudia Ingeniería de Caminos. Siendo un niño presenció los últimos años de vida de Karol Wojtyla: «Le vi en el aeropuerto de Barajas, en 2003. Mi padre vino a Roma cuando falleció. El recuerdo que tengo grabado, porque me impresionó mucho cuando me lo contaron, fue el milagro ocurrido el 13 de mayo de 1981, en el atentado contra el Papa: la bala que disparó el terrorista se desvió».
En avión, tren, coche… el Ayuntamiento de Roma espera a más de un millón de peregrinos. Está prevista la llegada extraordinaria de trenes nacionales e internacionales, cerca de 60 vuelos chárter a los aeropuertos de Fiumicino y Ciampino, y numerosos barcos. Sin contar con los 1.700 autobuses que desde diferentes puntos de Polonia se dirigen a la Ciudad Eterna.
Sobre los «sampietrini»
Algunos peregrinos se alojan en hoteles, otros han optado por un camping o el alquiler de un apartamento. Estos días, quien tiene un amigo en Roma con un par de metros cuadrados de suelo se siente afortunado, aunque muchos el sábado harán noche sobre los famosos «sampietrini» –el típico adoquinado de Roma– en las calles adyacentes al Vaticano.
Por encima de unas cifras que hacen temblar a los habitantes de la ciudad, el ambiente que se respira es de fiesta, y se adivina en los rostros de los peregrinos la certeza de ser protagonistas de un hecho que raramente se repetirá en la historia: la canonización de dos Papas con la presencia de dos Papas en la plaza de San Pedro.
Florence y Luke han venido en coche desde Borgoña (Francia), con cinco de sus nueve hijos. Florence habla de Juan Pablo II como el Papa de su juventud. «En 2005, cuando murió, vinimos a Roma. No llegamos a los funerales, pero vimos su tumba. Hemos venido a Roma muchas veces para estar con el Papa. La primera para mí fue en 1994, con los scouts».
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