El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, inauguró ayer en Río de Janeiro la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible –conocida como Río+20–, que tiene lugar 20 años después de la Cumbre de la Tierra.
La Conferencia –la mayor jamás celebrada en la historia de la ONU– tiene como lema “El futuro que queremos” y estará centrada en dos temas: una economía verde en el contexto de un desarrollo sostenible que erradique la pobreza y el marco institucional para el desarrollo sostenible.
Especial simbolismo en el acto inaugural tuvo el discurso de Brittany Trifold,
una neozelandesa de 17 años (en la imagen). “Estoy confundida y
enojada por el estado del mundo; quiero que esto cambie. ¿Están aquí
para salvar su imagen o salvarnos a nosotros?”, preguntó a los líderes
mundiales presentes.
Y es que millones de seres humanos de todo el mundo, que sufren
carencias en lo más básico –alimentos, agua potable, energía, servicios
de salud, educación…–, esperan soluciones concretas que permitan
avanzar hacia la justicia y la equidad en el desarrollo de la humanidad.
Algo que ayer el Cardenal Reinhard Marx, presidente de la COMECE, recordaba en una luminosa declaración con el título Nuestra común responsabilidad por el mundo del mañana sobre los principales aspectos que serán objeto de debate en Rio+20 y sobre las verdaderas condiciones del desarrollo sostenible. El nuevo presidente de los obispos europeos insiste en que “el reconocimiento de la dignidad humana es la base de cualquier desarrollo sostenible”
y en la idea de que siendo todos responsables del medio ambiente, es
importante, en virtud del principio de subsidiariedad, “que todos nos
comprometamos a nuestro propio nvel, trabajando para superar la
prevalencia de los intereses particulares”.
Destaca también que el nuevo concepto de la “economía verde” debe
atender no sólo a los cambios en la producción sino también en el
consumo, ya que nuestro actual modelo “pone mucho énfasis en los
bienes materiales y tiende a ignorar otras dimensiones de la dignidad
humana y el desarrollo sostenible“. “El crecimiento económico
-afirma- no puede ser la única meta del desarrollo humano. Debemos
comprometernos en una agenda en la que el desarrollo humano integral sea
el factor clave”.La declaración destaca también que “la cooperación será el imperativo del futuro“, de acuerdo siempre con el principio de subsidiariedad y con la contribución de “la sociedad civil, el sector privado y las iglesias”.
El documento concluye con la afirmación de que “el desarrollo no es unidimensional“.
No se trata sólo de luchar firmemente contra la pobreza, el hambre o el
acceso a los bienes básicos; es también “un esfuerzo para desarrollar
globalmente un estilon de vida sostenible que propicie una conversión de los corazones y las mentes de las naciones ricas y desarrolladas.
Que en lugar de estar dirigidos por el materialismo y el interés
propio, nos volvamos generosos y mostremos nuestra solidaridad.
Necesitamos trabajar en una nueva cultura de respeto a la Creación, de
solidaridad y justicia, para un verdadero y auténtico desarrollo
humano”.
PROFESIONALES POR LA ÉTICA
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