Hace unos días ECD explicaba "Por qué nadie en España
habla de las matanzas de cristianos en Nigeria". Aunque las víctimas son
cada vez más numerosas, con una frecuencia continua, como consecuencia de la
violencia de los fundamentalistas islamistas de la milicia Boko Haram.
Pero más grave es
la situación de los cristianos en el conflicto de Siria. Aunque no es la
primera vez que me he referido a ese problema, considero necesario volver a
tratarlo.
Demasiadas noticias
se venían sucediendo, hasta la dramática del pasado 6 de junio: los cristianos
comenzaron su éxodo en el oeste de Siria, en la ciudad de Qusayr, cerca de
Homs, tras un ultimátum lanzado por el jefe militar de la oposición armada, Abdel
Salam Harba. Algunas mezquitas repitieron el mensaje desde los minaretes:
"los cristianos deben abandonar Qusayr en el plazo de seis días, que
expiran este viernes [8 de junio]". Venía a ser la puntilla para esas
familias, pues, tras el comienzo del conflicto, de los diez mil fieles que vivían
en esa ciudad, sólo quedaba un millar.
Las razones de este
ultimátum no son claras, pues se mezclan razones humanitarias con otras
estrictamente políticas. Para algunos, se trata de una acción derivada de la lealtad
de los cristianos hacia un Jefe del Estado que ha respetado hasta ahora su
libertad religiosa. Según otras fuentes, se pretendería ahorrar más sufrimiento
a los fieles. Pero la realidad es que el ultimátum pone de manifiesto la
continuidad en la discriminación y la represión hacia los cristianos. Sufren un
hostigamiento continuo, con la prohibición de salir a la calle o la obligación
de "ceder el paso" si se encuentran con un musulmán, "como en
los tiempos del califato otomano". Unas pocas familias han decidido con
valentía permanecer en su ciudad natal –casi siempre formadas por personas de
edad‑,
pero resulta incierto que puedan sobrevivir a la acción de los grupos
salafistas radicales, en las filas de la oposición armada, que juzgan a los
cristianos como "infieles", confiscan sus bienes y cometen
ejecuciones sumarias.
Así, un grupo de milicianos profanó el 13 de junio la
iglesia greco-católica de San Elías en Qusayr. Los extremistas hicieron burla
de los fieles con el repique de las campanas y blasfemias contra los símbolos
de la fe cristiana: toda una demostración de lo que se proponen contra la
comunidad cristiana.
Luego el grupo acampó dentro del edificio sacro, y dirige
desde allí sus actividades. La Iglesia local ha condenado este "inaceptable
comportamiento irrespetuoso hacia un lugar sagrado". Las autoridades
eclesiásticas de Homs lanzaron un llamamiento, para que el conflicto "no
degenere en la profanación de los templos y los lugares sagrados de todas las
comunidades". Porque los radicales islámicos salafistas dan la impresión
de que "tienen la intención de iniciar una guerra de religión".
Así lo confirma el grito de sunitas y cristianos atrapados
en el casco antiguo de Homs: invia articolo imprime preferiti
"¡Dejadnos marchar, en nombre de Dios!" Cerca de
mil civiles, incluidos mujeres, ancianos, jóvenes, niños y personas
discapacitadas "están en peligro de muerte real. No tienen nada, viven en
el pánico, están en medio de bombardeos y combates". Piden la ayuda de las
Naciones Unidas, de la Cruz Roja, de la Media Luna Roja, para salvar sus vidas.
Aunque el gobierno y el ejército sirios parecen dispuestos a
decretar un alto el fuego para permitir la marcha de los civiles, una de las
facciones de los rebeldes, encabezados por el líder Abou Maan, se niega. En el
fondo, unos y otros están utilizando a personas inocentes como escudos humanos.
Según un despacho reciente de la agencia Fides, esos casi 400 cristianos son
los últimos de los más de 80.000 que vivían en Homs antes del conflicto.
La situación justifica el título de un editorial de La
Vanguardia el pasado día 13: El infierno sirio. "El conflicto sirio está llegando
a unas cotas de crueldad que golpean las conciencias de la opinión pública
mundial", escribe el diario catalán.
Ante el fracaso de la propuesta de paz de Kofi Annan, la diplomacia
internacional espera que China y, muy especialmente Rusia, se decidan a
realizar un mínimo de intervención, para frenar la matanza de civiles. Estados
Unidos ha asegurado a Rusia que no se opone a su presencia estratégica en la
región, incluida la base naval de Tartus, actual centro de mantenimiento y
abastecimiento para la Flota rusa del mar Negro.
En el interior, la sociedad civil pugna por la paz y la
reconciliación: una posible alternativa a la intervención militar extranjera,
lanzada espontáneamente por ciudadanos, parlamentarios, sacerdotes, miembros de
las diversas comunidades étnicas y religiosas, cansados de la guerra. Entre los
promotores y partidarios de la iniciativa se encuentran lógicamente los
cristianos de Homs. Se han celebrado ya dos encuentros en esa ciudad, con una
participación popular extraordinaria, a los que asistieron miembros de las
comunidades que conforman la sociedad siria: alauitas, sunitas, drusos,
cristianos, chiitas, árabes. A ese "diálogo nacional auténtico" urge
el Patriarca de Antioquía y de todo Oriente, Gregorio III Laham, al inaugurar
el Sínodo de la Iglesia Greco-católica melquita en el Líbano. Sólo falta la
respuesta positiva del presidente Bachar Al Asad.
Salvador Bernal
Religión Confidencial
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