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miércoles, 30 de julio de 2014

Una crítica al laicismo desde la izquierda

   Terry Eagleton, catedrático de Teoría Cultural de la Universidad de Manchester, es conocido por su ideología marxista, pero ha sido también uno de los pensadores que con mayor lucidez ha destapado los prejuicios y errores del “nuevo ateísmo”. Además se ha opuesto a la frivolización de lo religioso que supone la propuesta de religión laica del filósofo francés Alain de Botton.
   Si para la polémica de los Ditchkins (como denominó a la pareja más famosa del ateísmo beligerante, Christopher Hitchens y Richard Dawkins), escribió Razón, fe y revolución(2012), en su nuevo libro, Culture and the Death of God(Yale University Press), expone el fracaso de las ideologías que buscaban desterrar lo religioso.


Un error de la izquierda
Como ocurre en su último libro publicado en castellano, Dulce violencia, puede sorprender que un pensador tan comprometido con la ideología marxista realce la importancia del cristianismo y lamente que la izquierda haya ridiculizado lo religioso. Sin embargo, el interés de Eagleton por lo religioso nació antes que sus convicciones políticas y que su vocación como teórico de la literatura.

Eagleton fue educado en el catolicismo y ya durante los años sesenta colaboró con un Slant, una revista católica pero relacionada con el activismo de izquierdas, hoy desaparecida. Desde entonces, su trayectoria intelectual ha estado marcada por una peculiar visión teológica y política: su primera obra, por ejemplo, publicada en 1970, se titula Towards a New Left Theology. Con independencia de ello, Eagleton ha sido importante en el seno de la teoría literaria, pues ha criticado con dureza los postulados relativistas del posmodernismo.
Dios no tiene sustituto
En su último libro, Eagleton sostiene que tanto las invectivas de los ilustrados contra lo religioso, como los violentos agravios de Nietzsche o la atención a las funciones sociales de la religión, propia de las últimas décadas, se inscriben en una narrativa filosófica que no ha logrado encontrar alternativas mundanas ni a Dios ni al cristianismo, ni desterrar por completo el anhelo humano de lo sagrado. La razón a su juicio es sencilla: el Dios de los cristianos es insustituible.

El proyecto de una cultura secularizada y progresista, racional y positiva, que haría superflua la función de la religión y reemplazaría su utilidad moral y social, requirió la sacralización de otros conceptos. Así nacieron los ídolos de la razón, de la nación o de la ciencia. Para Eagleton, los resultados han sido engañosos, pues son un remedo falaz de la religión y no tienen la capacidad de responder, como el cristianismo, a las inquietudes existenciales del hombre.
“Ninguna forma simbólica –explica Eagleton– en la historia ha igualado la aptitud de la religión por relacionar las verdades más elevadas con la existencia cotidiana de incontables hombres y mujeres”.
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