Soy sacerdote y uno mi voz solicitando para mis compañeros la mejor consideración
Los jóvenes de la pastoral universitaria de la Universidad de Extremadura han iniciado una campaña de opinión en los medios en favor de los sacerdotes. Agradecemos esa bonita iniciativa, sobre todo venida de un grupo de jóvenes. Soy sacerdote y uno mi voz solicitando para mis compañeros la mejor consideración.
Normalmente los sacerdotes no buscamos el aplauso ni la alabanza. Nuestra misión parte de una vocación, una llamada de Dios a desempeñar una tarea pastoral con el único interés de hacer de puentes entre Dios y los hombres. Y esta labor la realizamos en los distintos quehaceres que nos encomienda la Jerarquía. Somos un humilde ejército en orden de batalla pastoral, con la única intención que llegar a las almas y llevarlos a Dios.
La gran mayoría de los sacerdotes ejercemos esta labor en las Parroquias, diseminadas, como pequeños oasis, a lo largo de ese inmenso páramo que es el mundo. En cualquier lugar del mundo, generalmente, hay un sacerdote. Y si hay un sacerdote suele estar la Eucaristía, la Confesión, la Palabra de Dios, el acompañamiento espiritual… Y no siempre es fácil desempeñar la tarea.
Estoy leyendo un magnífico libro titulado “Caminando por valles oscuros. Memorias de un jesuita en el Gulag”. En el, Walter J. Ciszek, jesuita norteamericano, nos cuenta la historia de su aventura en Rusia. Tenía una gran ilusión por ir a evangelizar en aquel país de leyenda como era Rusia. Ese proyecto se vio pronto truncado cuando fue apresado, junto con su compañero, y acusado de ser espía del Vaticano.
Empezó para él un camino de tormentos continuos desde la prisión incomunicada de varios años, hasta la deportación a los campos de trabajos forzados en unas minas de carbón en la Siberia más cruda que jamás él había soñado. Se truncó su soñado proyecto en un ambiente de total degradación. Hasta ese punto puede llegar el odio a la Iglesia. Los mártires son una muestra de ello.
En nuestro mundo civilizado no se llega a ese extremo, hoy por hoy. Ya se experimentó en tiempos pasados. Pero el odio a la Iglesia sigue existiendo. Y lo dijo el Señor: Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán (San Juan 15). Y se ataca de muy diversos modos: ignorando lo que la Iglesia hace en el terreno humanitario, silenciando la voz de la Jerarquía, acusando con calumnias, intentando silenciar la voz de la Iglesia en los medios o en los centros de enseñanza, poniendo obstáculos al ejercicio de la libertad religiosa…
Entre las muchas intervenciones del presidente del Gobierno, y otros políticos, no he escuchado ninguna alusión a la ingente labor que está desempeñando Cáritas, y los capellanes de hospitales y cárceles, en este trance tan traumáticos para el conjunto de la sociedad.
Nunca piden perdón por sus fallos. La Iglesia se pasa la vida perdonando. Se han considerado esenciales ciertos lugares públicos, pero no los templos en donde los fieles pueden ir a rezar con las debidas precauciones. ¿No tiene nada que hacer Dios en esta situación de pandemia?
Estamos aquí, confinados, pero en activo. Rezando y participando en actividades online, celebrando la Eucaristía para todo el que quiera estar junto al Señor, retrasmitiendo actos religiosos, y atendiendo llamadas de aquellos que necesiten que alguien los escuche o pidan por sus necesidades. Los sacerdotes estamos en activo, aunque confinados.
Sentimos mucho no poder estar en nuestras parroquias sirviendo al Pueblo de Dios, pero comprendemos que no es posible de momento. Agradecemos todas las muestras de cariño y afecto que manifestáis continuamente.
Y doy las gracias, en nombre de mis compañeros, a ese grupo de jóvenes universitarios de Extremadura por su iniciativa de poner en primera línea la labor de los sacerdotes. Han muerto muchos de ellos por servir a contagiados, por eso rogamos que esas muestras de cariño se traduzcan en oración pidiendo el aumento de vocaciones. Gracias. Vendrán tiempos mejores.
Juan García Inza,
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