Ayer vi el video de 60 minutos de la rueda de prensa con parte del equipo de Encontrarás dragones, y hubo momentos en que sentí pena al ver el carácter timorato de algunas preguntas, planteando una especie de reproche a los allí presentes por haber hecho esta película.
Timorato–dice el Drae- es alguien “que se escandaliza con exageración de cosas que no le parecen conformes a la moral convencional”. Y la moral convencional para los que hicieron algunas preguntas parecía ser la que considera inmoral y por tanto reprochable, que haya profesionales que se atrevan a hacer una película que no sigue el “guión previsto” respecto de la guerra civil española, la Iglesia católica, el Opus Dei o san Josemaría Escrivá. Lo “políticamente correcto” puesto en su sitio, en plan Sinde: por supuesto, la ideología por encima del cine.
Y al tiempo resultaba divertido observar que esos timoratos moralizantes parecían por esto mismo escandalizados de que Roland Joffé -quien vive en el extremo opuesto de rigideces ideológicas maniqueas como éstas y abomina de la “industrialización de la política” que entrevé en España- y escandalizados de que también los demás profesionales allí presentes, se atrevieran a pensar cada uno por su cuenta y dijeran en voz alta y en público, no lo “políticamente correcto” en plan Sinde o similares, sino lo que les dictaba la conciencia o les daba la real gana: que están contentos porque han hecho una gran película, con una producción muy cuidada e interesante y un guión y dirección muy poco convencionales. Una película que –por encima, precisamente, de maniqueísmos ideológicos- explora de frente grandes y complejas cuestiones humanas (entre el amor y el perdón) todas universales y muy cercanas a la sensibilidad de cualquier persona. En definitiva, que han hecho un gran espectáculo de emociones, sentimientos y valores que pocas veces circulan por las pantallas.
Timorato–dice el Drae- es alguien “que se escandaliza con exageración de cosas que no le parecen conformes a la moral convencional”. Y la moral convencional para los que hicieron algunas preguntas parecía ser la que considera inmoral y por tanto reprochable, que haya profesionales que se atrevan a hacer una película que no sigue el “guión previsto” respecto de la guerra civil española, la Iglesia católica, el Opus Dei o san Josemaría Escrivá. Lo “políticamente correcto” puesto en su sitio, en plan Sinde: por supuesto, la ideología por encima del cine.
Y al tiempo resultaba divertido observar que esos timoratos moralizantes parecían por esto mismo escandalizados de que Roland Joffé -quien vive en el extremo opuesto de rigideces ideológicas maniqueas como éstas y abomina de la “industrialización de la política” que entrevé en España- y escandalizados de que también los demás profesionales allí presentes, se atrevieran a pensar cada uno por su cuenta y dijeran en voz alta y en público, no lo “políticamente correcto” en plan Sinde o similares, sino lo que les dictaba la conciencia o les daba la real gana: que están contentos porque han hecho una gran película, con una producción muy cuidada e interesante y un guión y dirección muy poco convencionales. Una película que –por encima, precisamente, de maniqueísmos ideológicos- explora de frente grandes y complejas cuestiones humanas (entre el amor y el perdón) todas universales y muy cercanas a la sensibilidad de cualquier persona. En definitiva, que han hecho un gran espectáculo de emociones, sentimientos y valores que pocas veces circulan por las pantallas.
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