La víspera de Pentecostés, el Cardenal
Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, acompañado por sus
Vicarios episcopales y otros sacerdotes, ha administrado el sacramento
de la Confirmación “a un millar de chicas y chicos jóvenes, en la Plaza
de la Almudena de Madrid”.
En su homilía, el Cardenal ha señalado que “celebramos la Solemnidad de Pentecostés en la Archidiócesis de Madrid en este “Año de la Fe” con un excepcional acento misionero. La evocación de aquella “cascada de luz”
que fue la inolvidable XXVI Jornada Mundial de la Juventud de la
tercera semana de agosto del año 2011, presidida por el Santo Padre
Benedicto XVI, se nos hizo inevitable”.
“Fue, ha subrayado, una gracia
extraordinaria que no pudo, ni puede ser explicada sino por una
extraordinaria efusión del Espíritu Santo. La alegría del sí de la fe
fue la respuesta de aquella inmensa multitud de los jóvenes de todo el
mundo al anuncio de Jesucristo, “nuestro Amigo, nuestro Hermano, nuestro Señor”,
que tuvo su culminación en las palabras del Papa prodigadas
incansablemente, luminosas, convincentes, contagiosas, dichas y
expresadas con la misma fuerza que las palabras de Pedro y de los demás
apóstoles en el día del primer Pentecostés”.
“Una respuesta que nacía de la oración y de la adoración silenciosa y
compartida de las semanas precedentes y de las catequesis recibidas, y
que se ahondaba y se afirmaba en las grandes celebraciones litúrgicas.
El Sí de los jóvenes era un Sí a Jesucristo que había salido a su
encuentro en aquellos días memorables de un Madrid caluroso, atónito
ante lo que veía y oía: ¡“una Fiesta de la Fe”!. En Jesucristo
los jóvenes encontraban la Verdad, la Vida, el Camino para su futuro.
Todos los grandes interrogantes, que inexorablemente les envuelven y
tanto les angustian, quedaban disipados: se puede vencer el mal, la
enfermedad del cuerpo y la desesperación del alma…; la vida es un don
maravilloso para “alcanzar amor”. Es más, en eso consiste: en
saberse amados por Cristo, por quien fuimos creados y redimidos, y en
saber responderle con nuestro amor”, ha dicho.
Para el Cardenal, “la experiencia de aquella gracia de agosto de 2011
queremos revivirla y renovarla hoy con la Confirmación de este numeroso
y espléndido grupo de jóvenes madrileños, dispuestos a confesar su fe”.
Y ha destacado que “hoy, en esta celebración eucarística, ante la
fachada de la Catedral de Santa María de La Almudena, en el ambiente
solemne de la Liturgia de la Iglesia, vamos a impartir el Sacramento de
la Confirmación a un grupo de jóvenes diocesanos de Madrid: ¡una vez más
“el milagro” de Pentecostés vuelve a tener lugar! Siempre que
los Sucesores de los Apóstoles administran este Sacramento, se renueva
en toda su plenitud la gracia del don del Espíritu Santo que marca con
sello imborrable el alma y todo el ser de los confirmandos. La forma de
gran celebración diocesana, que hemos elegido para este Año de la Fe,
proclamado por Benedicto XVI y reafirmado por nuestro Santo Padre
Francisco, quiere asumir con decidida franqueza la dimensión pública,
eclesial y misionera del primer Pentecostés. Quiere ser un acto
extraordinario de Misión y de la Misión-Madrid”.
““Los confirmandos” con sus padres, sus familiares,
acompañados física y espiritualmente por sus comunidades parroquiales,
van a manifestar ante su Obispo y la Iglesia estar dispuestos a ser
testigos de Jesucristo “en la plaza pública de la historia”. Así,
“renunciando a Satanás y profesando la fe abren su alma para recibir el
don del Espíritu Santo como un carisma permanente que los conforma como
miembros activos y responsables de la Iglesia, llamados a ser testigos
de Jesucristo dondequiera que se encuentren, asumiendo la vocación
concreta a la que el Señor quiera destinarles dentro de la “Communio”
eclesial: para la edificación de su Cuerpo y la santificación del mundo.
Un carisma sacramental que se despliega existencialmente en los dones
de sabiduría, de inteligencia, de consejo, de fortaleza, de ciencia, de
piedad y del santo temor de Dios”.
“La Iglesia diocesana de Madrid, en comunión con la Iglesia Universal
y su Pastor, el Sucesor de Pedro, se enriquece hoy con este magnífico
grupo de jóvenes católicos. Confirmados con el don pleno del Espíritu
Santo estarán dispuestos a comprometerse con la misión de llevar el
testimonio de Jesucristo −¡de su amor salvador!− a todos los hombres y a
todas las realidades del mundo: aquí, en su ciudad y en su patria, y,
si es preciso, en cualquier lugar de la tierra. ¡Si, eso serán: testigos
serenos y valientes de la alegría de la fe para la Nueva
Evangelización! Sus compañeros los necesitan. Esperan de ellos lo que no
les puede proporcionar el mundo: la alegría verdadera. La alegría que
necesita con urgencia el hombre de esta hora tan dolorosamente crítica
de la historia: la verdadera alegría, que tiene como única fuente ¡la
Fe!”, ha dicho.
“Recordad, queridos amigos las palabras de Benedicto XVI en el Ángelus, al finalizar la gran y solemnísima Eucaristía de “Cuatro Vientos”, el domingo 21 de agosto del 2011: “Confío
a todos los aquí presentes este gran cometido: llevad el conocimiento y
el amor de Cristo por todo el mundo. Él quiere que seáis sus apóstoles
en el siglo veintiuno y los mensajeros de su alegría. ¡No lo
defraudéis!”. Sí, queridos jóvenes confirmandos, hoy, en este marco
diocesano de vuestra confirmación, emocionados y gozosos, os digo: ¡no
lo defraudéis! Prestad oídos y corazón, con todo el entusiasmo de
vuestras almas jóvenes, a lo que os decía el Papa Francisco, hace pocos días, en su Homilía del Domingo de Ramos con motivo de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud: “Nos
traéis la alegría de la fe y nos decís que tenemos que vivir la fe con
un corazón joven, siempre: un corazón joven incluso a los setenta, a los
ochenta años. Corazón joven. Con Cristo el corazón nunca envejece”.
No dejéis que el Maligno envejezca vuestro corazón; ayudad a que no
envejezca nunca el corazón de vuestros amigos y compañeros −los jóvenes
de Madrid−; que no envejezca tampoco el corazón de vuestros mayores: ¡de
ningún hijo de la Iglesia!”.
Y ha concluido invocando a María, nuestra Madre. “En Ella, el
corazón de vuestras y nuestras madres encontrarán el remedio infalible
para que el corazón de los hijos no envejezca nunca”.
ANALISIS DIGITAL
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