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miércoles, 22 de mayo de 2013

“El milagro de Pentecostés vuelve a tener lugar en Madrid”

   La víspera de Pentecostés, el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, acompañado por sus Vicarios episcopales y otros sacerdotes, ha administrado el sacramento de la Confirmación “a un millar de chicas y chicos jóvenes, en la Plaza de la Almudena de Madrid”.  

En su homilía, el Cardenal ha señalado que “celebramos la Solemnidad de Pentecostés en la Archidiócesis de Madrid en este “Año de la Fe” con un excepcional acento misionero. La evocación de aquella “cascada de luz” que fue la inolvidable XXVI Jornada Mundial de la Juventud de la tercera semana de agosto del año 2011, presidida por el Santo Padre Benedicto XVI, se nos hizo inevitable”.


   “Fue, ha subrayado, una gracia extraordinaria que no pudo, ni puede ser explicada sino por una extraordinaria efusión del Espíritu Santo. La alegría del sí de la fe fue la respuesta de aquella inmensa multitud de los jóvenes de todo el mundo al anuncio de Jesucristo, “nuestro Amigo, nuestro Hermano, nuestro Señor”, que tuvo su culminación en las palabras del Papa prodigadas incansablemente, luminosas, convincentes, contagiosas, dichas y expresadas con la misma fuerza que las palabras de Pedro y de los demás apóstoles en el día del primer Pentecostés”. 

“Una respuesta que nacía de la oración y de la adoración silenciosa y compartida de las semanas precedentes y de las catequesis recibidas, y que se ahondaba y se afirmaba en las grandes celebraciones litúrgicas. El Sí de los jóvenes era un Sí a Jesucristo que había salido a su encuentro en aquellos días memorables de un Madrid caluroso, atónito ante lo que veía y oía: ¡“una Fiesta de la Fe”!. En Jesucristo los jóvenes encontraban la Verdad, la Vida, el Camino para su futuro. Todos los grandes interrogantes, que inexorablemente les envuelven  y tanto les angustian, quedaban disipados: se puede vencer el mal, la enfermedad del cuerpo y la desesperación del alma…; la vida es un don maravilloso para “alcanzar amor”. Es más, en eso consiste: en saberse amados por Cristo, por quien fuimos creados y redimidos, y en saber responderle con nuestro amor”, ha dicho.
Para el Cardenal, “la experiencia de aquella gracia de agosto de 2011 queremos revivirla y renovarla hoy con la Confirmación de este numeroso y espléndido grupo de jóvenes madrileños, dispuestos a confesar su fe”. Y ha destacado que “hoy, en esta celebración eucarística, ante la fachada de la Catedral de Santa María de La Almudena, en el ambiente solemne de la Liturgia de la Iglesia, vamos a impartir el Sacramento de la Confirmación a un grupo de jóvenes diocesanos de Madrid: ¡una vez más “el milagro” de Pentecostés vuelve a tener lugar! Siempre que los Sucesores de los Apóstoles administran este Sacramento, se renueva en toda su plenitud la gracia del don del Espíritu Santo  que marca con sello imborrable el alma y todo el ser de los confirmandos. La forma de gran celebración diocesana, que hemos elegido para este Año de la Fe, proclamado por Benedicto XVI y reafirmado por nuestro Santo Padre Francisco, quiere asumir con decidida franqueza la dimensión pública, eclesial y misionera del primer Pentecostés. Quiere ser un acto extraordinario de Misión y de la Misión-Madrid”. 

““Los confirmandos” con sus padres, sus familiares, acompañados física y espiritualmente por sus comunidades parroquiales, van a manifestar ante su Obispo y la Iglesia estar dispuestos a ser testigos de Jesucristo “en la plaza pública de la historia”. Así, “renunciando a Satanás y profesando la fe abren su alma para recibir el don del Espíritu Santo como un carisma permanente que los conforma como miembros activos y responsables de la Iglesia, llamados a ser testigos de Jesucristo dondequiera que se encuentren, asumiendo la vocación concreta a la que el Señor quiera destinarles dentro de la “Communio” eclesial: para la edificación de su Cuerpo y la santificación del mundo. Un carisma sacramental que se despliega existencialmente en los dones de sabiduría, de inteligencia, de consejo, de fortaleza, de ciencia, de piedad y del santo temor de Dios”.

“La Iglesia diocesana de Madrid, en comunión con la Iglesia Universal y su Pastor, el Sucesor de Pedro, se enriquece hoy con este magnífico grupo de jóvenes católicos. Confirmados con el don pleno del Espíritu Santo estarán dispuestos a comprometerse con la misión de llevar el testimonio de Jesucristo −¡de su amor salvador!− a todos los hombres y a todas las realidades del mundo: aquí, en su ciudad y en su patria, y, si es preciso, en cualquier lugar de la tierra. ¡Si, eso serán: testigos serenos y valientes de la alegría de la fe para la Nueva Evangelización! Sus compañeros los necesitan. Esperan de ellos lo que no les puede proporcionar el mundo: la alegría verdadera. La alegría que necesita con urgencia el hombre de esta hora tan dolorosamente crítica de la historia: la verdadera alegría, que tiene como única fuente ¡la Fe!”, ha dicho. 

“Recordad, queridos amigos las palabras de Benedicto XVI en el Ángelus, al finalizar la gran y solemnísima Eucaristía de “Cuatro Vientos”, el domingo 21 de agosto del 2011: “Confío a todos los aquí presentes este gran cometido: llevad el conocimiento y el amor de Cristo por todo el mundo. Él quiere que seáis sus apóstoles en el siglo veintiuno y los mensajeros de su alegría. ¡No lo defraudéis!”. Sí, queridos jóvenes confirmandos, hoy, en este marco diocesano de vuestra confirmación, emocionados y gozosos, os digo: ¡no lo defraudéis! Prestad oídos y corazón, con todo el entusiasmo de vuestras almas jóvenes, a lo que os decía el Papa Francisco, hace pocos días, en su Homilía del Domingo de Ramos con motivo de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud: “Nos traéis la alegría de la fe y nos decís que tenemos que vivir la fe con un corazón joven, siempre: un corazón joven incluso a los setenta, a los ochenta años. Corazón joven. Con Cristo el corazón nunca envejece”. No dejéis que el Maligno envejezca vuestro corazón; ayudad a que no envejezca nunca el corazón de vuestros amigos y compañeros −los jóvenes de Madrid−; que no envejezca tampoco el corazón de vuestros mayores: ¡de ningún hijo de la Iglesia!”.

Y ha concluido invocando a María, nuestra Madre. En Ella, el corazón de vuestras y nuestras madres encontrarán el remedio infalible para que el corazón de los hijos no envejezca nunca”. 
 
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