El martes santo es la única jornada de la Semana Santa que en los últimos tres años no ha tenido retraso.
Y esto ha sido así con tres estructuras completamente diferentes entre ellas. La razón es que cuando las hermandades quieren cumplir, se consigue.
El de 2019 se presentaba afeado por una polémica sin precedentes entre las ocho cofradías y el Consejo a cuenta de que éste último se negó a repetir el modelo de la Carrera Oficial a la inversa del año pasado y, en vistas a que las hermandades no plantearon otra alternativa, se decidió llevar a cabo una reestructuración total de la jornada planificada por el delegado de día que fue rechazada por las cofradías al considerarla inviable. Y esto ha sido así con tres estructuras completamente diferentes entre ellas. La razón es que cuando las hermandades quieren cumplir, se consigue.
Nada más lejos de la realidad: el Martes Santo de 2019 salió redondo, en tiempo y en formas.
Las hermandades tuvieron un comportamiento ejemplar, demostraron su compromiso con honradez, eficacia y con sentido de unidad, no sólo entre ellas, sino también con el Consejo. Y lo hicieron brillando por sí mismas en un día en el que se consiguió otro hito: la dispersión de las bullas. El nuevo Martes Santo se pensó así también para evitar las grandes aglomeraciones. No es que el Centro ayer estuviera más vacío que otros años, es que el público se encontraba repartido entre distintas áreas.
De este histórico Martes Santo sólo se pueden sacar dos estampas negativas: la de una Campana vacía al paso de San Esteban -que debe pulir bien los horarios para el año que viene, ya que tiene margen de sobra-, y la de una especie de protesta a modo de berrinche del Dulce Nombre y de los Estudiantes, cofradías de una categoría inmensa pero que se marcaron negativamente en una jornada que debió quedar limpia como una patena. La primera, porque decidió que el misterio de la Bofetá cruzara sin música el pasillo central de la Campana, como si los abonados de allí tuvieran culpa de algo. Una plaza que, no obstante, vivió cómo los pasos anduvieron como nunca, a buen ritmo, sin eternizarse, algo que debería extenderse por el resto de las jornadas y así se acabarían muchos de los problemas de organización. La segunda, porque decidió no entregar los controles horarios en los distintos puntos de la Carrera Oficial al pedir las venias (que por cierto ffue por escrito al Consejo). Ambas hermandades, las más beligerantes contra el plan del Consejo, tuvieron casi todo el tiempo desactivados los GPS.
Éste es el cronograma, hora a hora, de una jornada perfecta en cuanto al reloj, y con estampas que quedaran guardadas en los anales de la Semana Santa.
12:00 horas
Era la imagen del día. El Nazareno del Cerro se ponía en la calle por primera vez, cumpliendo el sueño de los hermanos que fundaron esta cofradía. Sonaba la campana de la parroquia marcando el mediodía y, justo en ese momento, el Cristo de Miñarro asomaba por la puerta. Una pirámide majestuosa, desde el respiradero hasta el patíbulo de la cruz que impactó. La imagen de una categoría sublime, pero es que el resto de elementos como el paso y la cruz, forman un conjunto extraordinario por su composición y por lo que aporta a la Semana Santa. Los detalles del Cerro, el Señor llevaba una camisa con un mensaje oculto: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre». La frase del Evangelio de Juan es teología pura en una hermandad que hace una de las mayores obras de apostolado posibles en una feligresía.
La imagen del Señor de la Humildad aúna todas las virtudes del Cerro. Por eso ha calado tanto en estos años de cultos internos. Por eso, ayer, los vecinos se volcaron con el Señor como si llevara toda la vida con ellos. Así se da la bienvenida en Sevilla.
Se alejaba entre luces naturales que se colaban entre los árboles de Afán de Ribera y se ponía en la calle el misterio. Paso largo. Levantá por Paco Reguera, que ha sido su capataz toda la vida, hasta que ahora le ha dejado paso a su hijo. Guillén manda: «Por mi Paco, por mi Paquito y por los donantes de sangre». Pero quedaba el momento cumbre. Decía Paquili en la radio que «la cofradía es grande, pero la Virgen es el centro del barrio».
Nadie se acordó de aquel infausto 15 de septiembre, cuando la lluvia la dejó dentro. El cielo se lo debía al Cerro. Por eso, la única lluvia que cayó fue la de los pétalos que lanzan los vecinos de la casa de enfrente de la parroquia, al compás de «Coronación». Allí andaba la familia Torrejón, que regenta una joyería en el Cerro y que cada año sueltan tantas palomas como años lleva yendo el Cerro a la Catedral. La idea la tuvo Rosario, la hija de José, que en paz descanse. Ahora continúa con la tradición junto con Pepe Cruz y Manolo Ruiz. Y el número, ya para siempre serán 30, justo el año que faltó por primera vez el padre. Una de esas palomas se quiso quedar con la Virgen. Se subió a la corona, y así se quedó durante buena parte del camino. En el Cerro vieron al Espíritu Santo posado sobre su patrona.
13:30 horas
En San Esteban se abrían las puertas. La cofradía salió pausada, como fue todo el camino de ida. El misterio de la Burla estuvo parado en la Cuesta del Rosario diez minutos. La cruz de guía estaba ya por Tetuán una hora antes de pedir la venia. Quizá, no hiciera falta salir tan temprano y tener un ritmo más ágil. Lo que sí se notó a plena luz del sol fue el crecimiento patrimonial de la cofradía. El palio de la Virgen de los Desamparados refulgía cuando sonaba «Rocío» en la Alfalfa. Y, también, un andar mucho más moderado en el misterio, sin perder su sello, pero muy elegante.
15:40 horas
San Nicolás y San Benito abrían sus puertas. El tramo de niños de la Candelaria es un flasback a la infancia. Allí van las familias y los nazarenitos repartiendo estampas y caramelos como si fueran reyes magos. La cofradía, pese al calor que picaba y mucho a esas horas, iba a buen ritmo. Ya no está el parón de San Benito ni las aglomeraciones de la Alfalfa. Por eso el niño que debuta hace todo el camino de ida. Unos años después cruzará la Carrera Oficial. Y, cuando la adolescencia asome, cruzará la frontera mítica, la que marca la edad, como son los Jardines de Murillo.
La Candelaria llevó ayer el libro de historia, con todos los hermanos que han pertenecido en los 98 años de hermandad, detrás del Señor de la Salud. No era el libro de los muertos, eso es para Osiris, es la comunión de los santos. La vida de San Nicolás. Y la luz, sobre todo la luz, que se coló por la malla del palio verdeagua a los sones de «Candelaria», «Campanilleros» y «Coronación». Y el andar… no cabe más alegría y elegancia en un compás.
18.00 horas
De Santa Catalina a la Encarnación cruza un río de capirotes morados. Llega San Benito a San Pedro y se obra el milagro de la multiplicación. De repente, no cabe nadie. El Pilatos aparece con el himno a Santa Ángela, se vuelve al monumento y la calle Imagen se viene abajo. Hace calor. Un niño se desmaya. Se va el misterio y todo el mundo mira a la heladería en la esquina de Almirante Apodaca. Pasa el Cristo de la Sangre con un contraluz imponente ahumado por el incienso. La Virgen de la Encarnación viene con sones macarenos. Lleva 25 años coronada y así lo celebrará en diciembre.
19:30 horas
El momento crítico del Martes Santo estaba en la Puerta de Jerez. Los Estudiantes debía liberar el paso al Cerro. El Cecop valló toda la zona y la cofradía universitaria cumplió con creces. En ese momento, en la Gavidia aparece el misterio de la Bofetá a los sones de «Silencio, ante Herodes, el Hijo de Dios». Allí hay público acampado en el suelo como si estuviera en la playa, como ocurrió también por el Arenal al regreso de esta hermandad.
La estatua de Daoíz mira a la luna, que ya ha salido por el oriente. La luz está bajando y la calle Baños es un cauce perfecto para ese haz de la puesta de sol que ilumina a la Virgen del Dulce Nombre. Suena «Pasa la Macarena», desde el final de Cardenal Spínola. La mejor música de este palio es el sonido de las bellotas con los varales.
Salen las últimas. Santa Cruz y Los Javieres. Ésta cruza la antigua Doctor Letamendi, como siguen llamándola los viejos del lugar, con el sol por poniente. Esta hermandad se quitó ayer la solana que la dejaba sola a la ida. La hora fue perfecta. La vuelta, austera, nocturna. como corresponde a una cofradía de negro ruan.
La segunda, baja por la Alcazaba cuando aparece el ocaso. La Candelaria vuela por la plaza del Triunfo y deja expedito el paso. Todo está en hora. Incluso en adelanto.
20.40 horas
La cruz de guía de los Estudiantes aparece por la Puerta de Triana en dirección a la Magdalena. Diez minutos más tarde, en la cruz verde de la farmacia de la calle Zaragoza, el termómetro marca 26 grados. Nada auguraba la borrasca prevista para hoy. El Cristo de la Buena Muerte para el tiempo. El cielo está celeste, pero ya no hay sol. Suena una saeta. «En la cumbre del Calvario, crucificado va el Señor, desnudo y con un sudario». La estampa es un cuadro. La luna, casi de Parasceve, encima del Inri. De fondo, la cumbre de la Giralda y su veleta. La muerte pasa como un repeluco. Viendo aquello uno piensa en el sentido verdadero de la Semana Santa. Aquel que está con la humildad en el Cerro, con la luz de la Candelaria, con los niños que debutan, los que estamos vivos y los muertos en el recuerdo, Uno mira la Buena Muerte y piensa qué importancia tiene un reloj cuando pasa Cristo y se hace la noche.
Ese sentido real de la fiesta va con la Angustia entre naranjos por Gamazo y Joaquín Guichot. Suena «Juana de Arco» y el palio es un suspiro. Belleza extrema.
21.30 horas
Por Almirantazgo viene el Cristo de las Misericordias mirando al cielo cuando se tiñe de añil. Los alrededores del arco están vacíos. Sevilla ha perdido una nueva puerta, un postigo que antaño se marcaba en rojo en las guías y que, ahora, por culpa de esa masa comepipas y gamberra, ha hecho que desaparezca. Si el día lo abrió la Virgen de los Dolores con el compás del Cerro, lo cerró también esta advocación con la melancólica música de Tejera. Este palio dejó la Campana y en el palquillo se registró un minuto de retraso. Así acabó el Martes Santo en la Carrera Oficial.
En ese momento, en San Esteban la cofradía estaba entrando. La cruz de guía lo hizo de día, a su hora. La foto buscada. Pero una vez allí, todo se pausó. San Esteban pudo ser la gran perjudicada ayer por la nueva configuración. Quizá ajustando esos horarios se consiga el año que viene la perfección.
Los regresos
Quedaba la vuelta de la Candelaria por los Jardines con un público familiar y, sobre todo, un regreso esplendoroso del Dulce Nombre por el barrio del Arenal. Las últimas cofradías de la jornada entraron con un adelanto de entre 15 y 25 minutos. La última en hacerlo fue el Dulce Nombre, cuyo palio llegó a San Lorenzo a las 3.08 minutos.
Hasta aquí el cronograma del Martes Santo, una jornada para la reconciliación.
abc.es
Juan Ramón Domínguez Palacios
http://lacrestadelaola2028.blogspot.com
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