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domingo, 17 de enero de 2010

Ante todo, esperanza



En una tarjeta que recibí felicitándome las Navidades, ponía escuetamente: Ante todo, esperanza. Me hizo reflexionar. Un hombre no puede vivir sin esperanza, porque esperar es vivir y desesperar es morir por anticipado, decía Gabriel Marcel. Precisamente la esperanza alienta la vida, de modo especial si se tienen convicciones, es decir, principios de bien y de verdad.

Un ejemplo es Abraham Lincoln. Estaba convencido de que la esclavitud privaba a la persona humana del derecho a la libertad. Con esperanza fundada, luchó tenazmente durante 30 años para abolir la esclavitud. Primero, como congresista, después como candidato a la Presidencia, y finalmente como Presidente de los Estados Unidos. Los partidarios de la esclavitud sostenían que debía respetarse lo que opinaba la mayoría de los votantes.

Pero Lincoln replicaba diciendo que la mayoría no legitima cualquier decisión, porque ni el 99% de los votos justifica que se prive de derechos humanos al 1%. ¡Qué vigente resulta este razonamiento, cuando se trata de derechos humanos fundamentales (dignidad de la persona humana, el derecho a la vida, el don de la libertad...)! Lo mismo que se abolió la esclavitud, en el siglo XX se han ganado, después de muchos años, las batallas contra los totalitarismos y también se va ganando la del racismo. Actualmente, una batalla cruenta es la del aborto.

Ante todo, esperanza. Desde la perspectiva del tiempo, hoy la esclavitud nos parece algo aberrante e inhumano. En un futuro próximo, las generaciones venideras nos juzgarán despiadadamente: ¡Cómo es posible matar a los propios hijos, masacrar a unos inocentes! En definitiva, estamos convencidos de que el amor a la persona humana nos llevará inexorablemente a la esperanza.

Rafael Campoamor

Elche

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