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jueves, 21 de enero de 2010

¿Estaba Dios en Haití?


¿Estaba Dios en Haití? Por supuesto que sí. Estaba recogiendo las almas de sus hijos atropellados por las fuerzas ciegas de la naturaleza por culpa de un mundo egoísta e inhumano. Estaba saliendo a su encuentro desde el dolor de su propia muerte. Estaba abriendo las puertas de la vida eterna a todos los inocentes privados injustamente de la vida que El mismo les había dado y que nosotros no hemos protegido.

Y está ahora consolando, fortaleciendo, sosteniendo la esperanza de los que han quedado con vida, moviendo nuestros corazones para que les ayudemos ahora, ya que no fuimos capaces de ayudarles antes de manera preventiva. Los haitianos supervivientes que se reúnen en grupos para rezar y pedir la ayuda de Dios son más sabios que nosotros. Saben mejor que nosotros que Dios es siempre fuente de vida y de amor, también en los momentos de tribulación y de muerte.

Sólo podremos librarnos de nuestras culpas aprendiendo la lección y cambiando de conducta en el futuro: Vivamos la fraternidad universal como Dios la quiere, levantemos ahora entre todos un Haití nuevo sobre bases de justicia y de fraternidad, construyamos un mundo justo en el que todos vivamos de una forma semejante, y en el que nadie quede desamparado al alcance de los zarpazos de una muerte prematura e injusta. Este tiene que ser por lo menos el compromiso sincero de los cristianos.

Monseñor Sebastián Aguilar

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