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sábado, 6 de noviembre de 2010

Carta del Prelado del Opus Dei (noviembre 2010)


   En la carta pastoral de este mes, el Prelado invita a profundizar en el dogma de la Comunión de los santos, fomentando la unión con los miembros de Iglesia en el Cielo, en el Purgatorio y en la tierra
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   Hoy recordamos a los bienaventurados que gozan de Dios en el Cielo. Así comienza el Prelado su carta mensual, haciendo mención al relato de San Juan en una de sus visiones del Apocalipsis (Ap 7, 9-10).
   Vemos que, como en un cuadro grandioso, la Sagrada Escritura representa de este modo a aquella multitud innumerable que ya ha llegado al término feliz de su caminar terreno. Forman la Iglesia triunfante. Junto a la Virgen y a San José, junto a los santos canonizados —entre los que veneramos con particular alegría a nuestro Padre—, viven para siempre en Dios y para Dios millones y millones de personas corrientes, que pelearon las batallas de la vida espiritual en la tierra y —con la ayuda de la gracia— las vencieron, y manifiesta su gratitud a las mujeres y a los hombres de la Obra que han servido con fidelidad enteriza al Señor, y nos asisten desde el Cielo con su intercesión (…).

   Deja constancia, asimismo, de su afecto a las personas que nos han formado o a las que hemos tratado en la tierra: padres, hermanos, parientes, amigos, colegas; y muchísimas otras que, sin haberlas conocido, nos han ayudado o hemos ayudado con nuestra lucha personal, por la Comunión de los santos, a alcanzar la meta preciosa de la contemplación de la Trinidad (…), sin olvidar a esa querida y gran muchedumbre que espera el momento de dar el paso definitivo a la casa del Cielo, que forman parte de la Iglesia purgante.

   Estas semanas, continúa, constituyen una ocasión privilegiada para crecer a fondo en la Comunión de los santos. Con nuestras oraciones y mortificaciones, con el ofrecimiento de nuestro trabajo, y, sobre todo, aplicando por las almas del Purgatorio los frutos de la Santa Misa, estamos en condiciones de ayudarles a reparar sus faltas y así llegar al Cielo (…).

   Son reflexiones, afirma, que nos sirven para meternos con más hondura en el misterio de la Iglesia militante, a la que ahora pertenecemos. Formamos parte no sólo de modo pasivo, en cuanto destinatarios de la salvación que Cristo nos ofrece, sino también en sentido activo, pues todos somos y hemos de sentirnos Iglesia, llamados a contribuir positivamente a la edificación del Cuerpo místico de Cristo en la tierra y a su consolidación definitiva en el Cielo (…).

Termina pidiendo por la persona e intenciones del Romano Pontífice, a quien todos los fieles del Opus Dei, seglares y sacerdotes —como los demás cristianos—, deseamos permanecer estrechamente unidos en todas las circunstancias. Y seguid rezando por mis intenciones, que no tienen otro fin que el mejor servicio a la Iglesia y a las almas; me siento muy unido a todos, y necesito que me sostengáis cotidianamente (…) y por los fieles de la Prelatura que recibirán la ordenación diaconal el próximo día 13.

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