Con su silencio en la oración litúrgica y su presencia, expresan su apoyo a los monjes maltratados. Afirman unánimemente que el Gobierno conculca la libertad religiosa.
“Hubiéramos querido que la acogida tuviera lugar en la basílica, pero estamos en otra clase de templo. Las bóvedas del cielo, de las nubes que nos rodean, son también un templo apto para elevar al Señor nuestra oración”. Con estas palabras recibió ayer el abad del Valle de los Caídos, el padre Anselmo Álvarez, a miles de fieles procedentes de toda España. Prevista para las 11.00, la misa comenzó con una hora de retraso, pues había más de 2.000 vehículos y 10 km. de retención, en buena medida por los controles de la Guardia Civil, que registraba los maleteros para comprobar que no se accediera con banderas o “símbolos políticos”.
A estos controles se refería Rodrigo Peñarosa, un donostiarra residente en Segovia, quien dijo a LA GACETA que acudía a la misa con su mujer “para que España sea católica. Nos han parado a la entrada. Me ha sorprendido mucho tanto policía. Nos han dicho que si llevábamos banderas”.
Milagro
El abad comenzó recordando lo que esperaba de los asistentes: “Nos basta con la oración de la liturgia, y de cada uno de vuestros corazones, esta oración es la que está llamada a realizar el pequeño o gran milagro de que podamos reunirnos en la casa de Dios”. Mientras no sea posible, por “el motivo presunto de las condiciones de inseguridad de algunas instalaciones”, renovó el compromiso de acudir los domingos a las 11 horas “para celebrar la santa eucaristía que venimos celebrando durante 52 años, en compañía de los caídos y de los santos y mártires que reposan en la basílica”.
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