Acabamos de escuchar un relato en el que
advertimos cómo toda la actuación del Señor trasciende el puro suceso
externo. Veámoslo esquemáticamente. Es un convite nupcial que alude a
las bodas de Cristo con su Iglesia. Aquí se transforma el agua en vino;
en el banquete eucarístico, anticipo del eterno, el vino se convierte en
la Sangre que el Señor derramará en la Cruz por amor a nosotros.
No
falta la mención a la colaboración de los hombres al plan de Dios,
prestación que ha de ser completa: llenaron las tinajas “hasta arriba”.
Hay también una referencia al fin de la vida humana con ese vino de gran
calidad que recuerda al cristiano que Dios le tiene preparado lo mejor
para el final. María interviene de modo decisivo en todo esto.
El Evangelio subraya una verdad que va a
calar muy hondo en el corazón del pueblo cristiano: el poder de
intercesión de María. Ciertamente, será cuando llegue “su hora”, la hora
de la muerte en Cruz, cuando María se convierta en Madre y Corredentora
nuestra -Alma Redemptoris Mater- pero el papel de María es claro.
Detengámonos hoy en las únicas palabras
que el Evangelio pone en boca de María para dirigirse a nosotros: Haced
lo que Él diga. Es decir, cumplid la voluntad de Dios. ¿Y cuál es su
voluntad? “Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación” (1 Tes
4,3). En pocas palabras, cumplir acabadamente -como los servidores
anónimos de las Bodas de Caná- los mandamientos de Dios. Y, como allí,
ese empeño será mejorado por el Señor concediéndonos beber con Él del
fruto de la vid en el Reino de los Cielos.
¿No es cierto que haríamos las cosas que
llevamos entre manos, nuestro trabajo, las obligaciones familiares y
sociales, de una forma más acabada si no perdiéramos de vista que ellas
constituyen un mandato suyo? ¿Por qué no tenemos más presente los
beneficios que se derivarían para la sociedad entera si le planteáramos
una seria batalla a la chapuza y a la pereza? Si hoy, los que trabajan
en los hospitales, en las fábricas, en la enseñanza, en el hogar, en los
negocios, en la política, etc., lo hicieran con la certeza de que Dios
les ha pedido eso, mañana nos levantaríamos en un mundo distinto y, al
final de nuestra vida, Él llenaría nuestra vasija con un vino exquisito y
de encendido aroma. Haced lo que Él diga, nos ha dicho María: es el
consejo de quien ha experimentado lo importante que es cumplir el querer
de Dios.
Justo Luis R. Sánchez de Alva
Almudí
Almudí
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