«Hay
mucha sed de Dios en los jóvenes, muchos deseos de entrega a Dios»,
afirma Emiliano Hong, coreano que vivió en Argentina desde pequeño hasta
los 35 años
En una entrevista de la agencia de noticias AICA, cuenta cómo está creciendo la Iglesia católica en su tierra natal.
«En
Corea se ordenan unos 300 sacerdotes católicos por año, en un país que
tiene poco más de un 10 % de católicos. El crecimiento de la Iglesia
Católica en ese país es explosivo: hace veinte años los católicos
representaban apenas el 1 % de la población.
Este
año se ordenaron en la arquidiócesis de Seúl (la capital de Corea del
Sur) 39 sacerdotes católicos. Y el clero del país es muy joven: el 35 %
de los sacerdotes son menores de 40 años y el 68 % de los sacerdotes
tiene menos de 50 de años».
Así lo comenta el presbítero Emiliano Hong,
sacerdote del Opus Dei, que se graduó en Economía en la Universidad de
Buenos Aires (UBA) y desde hace cuatro años desarrolla su ministerio en
la tierra de sus mayores, donde nació hace 40 años.
Vino
a la Argentina con sus padres y poco tiempo después, cuando tenía 13
años, toda la familia se convirtió al catolicismo, en contacto con la
iglesia de los Santos Mártires Coreanos, que reúne a la comunidad
católica de ese origen en Thorne y Asamblea, en el barrio porteño de
Flores. Ellos eran en Corea protestantes, presbiterianos, y tenían un
tío que era pastor.
Pero
además a Emiliano no le faltaba alguna conexión familiar con el
catolicismo: tiene una tía que es religiosa paulina. Fue la primera
vocación de esa congregación en Corea, a la que se acercó siendo
adolescente; se bautizó cuando estaba en el colegio y ahora tiene unos
75 años.
Y
nueve generaciones antes, el padre Hong tiene un ascendiente que está
en un proceso de beatificación de 125 mártires coreanos, muertos al
comenzar el siglo XIX. El mismo es ahora allá capellán de una asociación
de descendientes de los mártires. Históricamente, quienes plantaron la
fe católica en el país y la mantuvieron durante muchos años fueron
laicos.
Al
establecerse en Buenos Aires, el padre de Emiliano emprendió distintos
negocios para ganarse la vida: restaurant, tintorería, remisería,
carnicería, hasta que lo asaltaron y, cansado, decidió irse del país con
su esposa a Chile, donde falleció.
Siendo
católico, Emiliano conoció el Opus Dei cuando estudiaba Economía en la
UBA y se incorporó a esta prelatura de la Iglesia a los 20 años. Fue
ayudante de cátedra en Economía II. A los 30 años se ordenó sacerdote y
luego estuvo cinco años en la Argentina, de donde partió a Corea en
2009, a iniciar la labor apostólica del Opus Dei en ese país.
Según
cuenta, todas las instituciones católicas que van a establecerse en el
país tienen vocaciones y menciona, entre otras, a los Focolares, los
Neocatecumenales, los Legionarios de Cristo…
Dice que «hay mucha sed de Dios en los jóvenes, muchos deseos de entrega a Dios».
Casi la mitad de la población es arreligiosa, en el sentido de que no
practica una religión, pero aclara que no son ateos. Hay una base de
cultura confucianista y una apertura a creer en la trascendencia, en un
ser divino, aunque no haya práctica religiosa.
No
obstante, hay un activo 18 % de protestantes y un 25 % de budistas. Y
la Iglesia Católica tiene un proyecto concreto, que, además él ve
factible: para el 2020 representar el 20 % de la población, y para el
2030, el 30 %. Son muchísimos los conversos cada año. El gran desafío es
asegurar la formación de los neófitos. Y estima que de los fieles, más
de la mitad asiste a misa los domingos. En Seúl hay 250 parroquias; sólo
en el barrio donde él vive hay seis parroquias. Y los católicos son
generosos en el sostenimiento de la Iglesia, se organizan para trabajar
bien, mantener los templos, ayudar a los necesitados.
Durante
un tiempo, el padre Emiliano actuó como capellán de un grupo católico
en la Universidad estatal de Seúl. En esa universidad pública, un grupo
bastante numeroso de estudiantes católicos se reúne cada mañana para
hacer oración durante media hora antes de comenzar las clases.
Los
seminarios están llenos, hay cupos y no hay lugar para albergar a
todos. Una curiosidad: hay un examen de ingreso sumamente exigente,
similar al que se necesita para entrar en la Universidad oficial. Y en
algún caso, un aspirante ha debido esperar hasta el año próximo por no
dar buenos resultados en matemática.
Algunos
datos estadísticos del decenio 2000-2010 dan una idea del crecimiento
de la Iglesia. Los católicos pasaron de ser 4.071.560 en 2000 a
5.205.589 en 2010; los sacerdotes diocesanos, de 3.116 a 4.522; y cada
año hubo, en promedio, alrededor de 150.000 personas convertidas al
catolicismo.
ALMUDÍ
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