Niños y ancianos parecen ser –solo parecen– dos rectas paralelas que jamás se cruzan, porque ¿qué interacción positiva podría tener una persona que, con unos cuantos achaques sobre sí, ya avista el final de su existencia, y una que empieza a calentar motores para la vida que tiene por delante?
Con toda seguridad, algo pueden aportarse. Así lo creen en los más de 100 centros mixtos para niños y ancianos, dispersos por toda la geografía de EE.UU., en los que se pone en práctica el cuidado intergeneracional. La idea, que surgió en Japón hace cuatro décadas, está también muy difundida en los Países Bajos y en el Reino Unido –la organización británica United for All Ages planea crear 500 centros de este tipo para 2023– y persigue que ambas partes saquen experiencias fructíferas de esa interacción.
Ashley E. McGuire, editor del blog del Institute for Family Studies, pudo comprobar in situ, en un centro de cuidados compartidos para niños y adultos mayores en Washington, cómo funciona la relación. Durante una visita, una anciana “tomó a mi hija de seis años, la llevó consigo a su apartamento, y pacientemente se puso a enseñarle cómo tocar el chelo.
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Juan Ramón Domínguez Palacioshttp://lacrestadelaola2028.blogspot.com
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