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viernes, 12 de febrero de 2010

EL DÍA DEL SEÑOR


Las bienaventuranzas. Domingo 6º del tiempo ordinario. Año C. La pobreza de espíritu

El evangelista propone a nuestra atención más que una condición social de pobreza, una actitud que es propia de quien confía exclusivamente en Dios. Acogen el reino de Dios, sobre todo, quienes tienen un corazón libre y disponible. Pobre es quien confía en el Señor, quien no busca la seguridad en sí mismo. Dichoso/Bienaventurado el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

San Lucas narra que el Señor se encontraba en un paraje llano y que allí se congregaron sus discípulos y una gran multitud de gentes. En esta ocasión las ocho bienaventuranzas recogidas por San Mateo son resumidas por San Lucas en cuatro bienaventuranzas y cuatro maldiciones, como recompensa y castigo, respectivamente, de la virtud y el vicio.

No resulta difícil imaginar la impresión -quizá de desconcierto y, en algunos de los oyentes, incluso de decepción- que estas palabras del Señor debieron de causar en quienes le escuchaban. Jesús acababa de formular el espíritu nuevo que había venido a traer a la tierra; un espíritu que constituía un cambio completo de las usuales valoraciones humanas, como la de los fariseos, que veían en la felicidad terrena la bendición y premio de Dios y, en la infelicidad y desgracia, el castigo.

En general, "el hombre antiguo, aun en el pueblo de Israel, había buscado la riqueza, el gozo, la estimación, el poder, considerando todo esto como la fuente de toda felicidad. Jesús propone otro camino distinto. Exalta y beatifica la pobreza, la dulzura, la misericordia, la pureza y la humildad"

Juan Ramón Domínguez
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