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sábado, 6 de febrero de 2010
EL DIA DEL SEÑOR
Domingo 5º del Tiempo Ordinario Lc (5,1-11)
San Lucas nos cuenta que Jesús está junto al lago de Genesaret. El Maestro se sube a la barca de Pedro para poder hablar a la muchedumbre que permanece en la orilla. Terminada la predicación se dirige a Pedro para darle una lección que el Apóstol y sus compañeros no olvidarán jamás.
Pedro, satisfecho de haber prestado su barca, se queda perplejo ante la propuesta del Señor: preparar los remos y afrontar una nueva pesca mar adentro. Las palabras de Jesús le recuerdan el esfuerzo baldío de la noche anterior: las mejores horas para pescar en el paraje adecuado del lago han sido estériles. Pero la confianza que tiene en el Señor es plena. Por eso, con sencillez le confía su fracaso la noche anterior al tiempo que se apresta a obedecerle.
Y eso –conviene considerarlo despacio- a pesar del cansancio, a pesar de que no es un hombre de mar el que da la orden de pescar, y a unos pescadores conocedores de la inoportunidad de la hora para esa tarea y de la ausencia de peces.. Ahora por pura fe, por pura confianza en el Maestro; los elementos que hacían o no aconsejable la pesca han quedado atrás. El motivo de iniciar de nuevo el trabajo es la fe de Pedro en su Maestro. Simón confía y obedece sin más.
En la tarea apostólica que todo cristiano debe realizar la fe y la obediencia son indispensables. De nada sirven el esfuerzo, los medios humanos, las noches en vela, los sacrificios personales sin sentido sobrenatural...; sin obediencia todo es inútil ante Dios. De nada serviría trabajar con tesón en una obra humana si no contáramos con el Señor. Hasta lo más valioso de nuestras obras quedaría sin fruto si prescindiéramos del deseo de cumplir la voluntad de Dios: "Dios no necesita de nuestro trabajo, sino de nuestra obediencia" enseña San Juan Crisóstomo.
Pedro llevó a cabo lo que el Señor le había mandado y recogieron tan gran cantidad de peces, que la red se rompía. El fruto de la tarea que hacen guiados por la fe es abundantísimo. Pocas veces -quizá ninguna- Pedro había pescado tanto como en aquella ocasión, cuando todos los indicios humanos señalaban la inutilidad de la empresa.
Juan Ramón Domínguez
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