Las protestas que se están realizando en España “en defensa de la escuela pública” corren el riesgo de transmitir una imagen sesgada del sector, poco atractiva para el cliente.
En cualquier sector donde existe competencia, una empresa que quiere ganar clientes procura transmitir el mensaje de que presta mejor servicio que sus rivales. Trata de hacer valer que cuenta con el personal más competente, con las instalaciones más modernas, con el servicio más personalizado, con el precio más razonable, para dejar satisfecho al cliente.
Esta elemental política de marketing parece que no va con la enseñanza pública en España, que tiende a presentarse siempre como si estuviera en inferioridad de condiciones respecto a la competencia de la escuela privada. En estos días, las manifestaciones y las huelgas contra los “recortes” en el gasto educativo y el aumento de horas lectivas del profesorado, transmiten una vez más a la opinión pública la imagen –falsa– de un sector al borde del colapso, sin medios para cumplir su misión. Es comprensible el malestar ante ciertas medidas, como las adoptadas en la Comunidad de Madrid, que suponen prescindir de profesores interinos con que los centros ya habían contado en la programación de este curso. Pero aunque estas acciones de protesta se presenten como una defensa de la escuela pública, no la hacen más atractiva, sino todo lo contrario. Nadie se siente atraído por un sector que se declara a sí mismo en crisis.
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