Haciéndose eco del mensaje del Santo Padre para el nuevo año, el Prelado del Opus Dei habla en su carta de enero de la libertad, necesaria para "amar a Dios y por Él a todos los hombres".
Después de recordar la invitación a la alegría en este tiempo de Navidad, que tiene un motivo claro: el nacimiento del Hijo de Dios, que se ha hecho hombre sin dejar de ser Dios, para alcanzarnos la verdadera libertad (…), para poder servir a Dios por amor, movidos interiormente por el Espíritu Santo, que nos ha hecho “hijos en el Hijo”, recuerda Mons. Echevarría las palabras de San Pablo: fuisteis llamados a la libertad (...). Para esta libertad Cristo nos ha liberado. Manteneos, por eso, firmes, y no os dejéis sujetar de nuevo bajo el yugo de la servidumbre, y lo que escribió san Josemaría comentando unas palabras del Evangelio —veritas liberabit vos, la verdad os hará libres—: «¿Qué verdad es ésta, que inicia y consuma en toda nuestra vida el camino de la libertad? Os la resumiré, con la alegría y con la certeza que provienen de la relación entre Dios y sus criaturas: saber que hemos salido de las manos de Dios, que somos objeto de la predilección de la Trinidad Beatísima, que somos hijos de tan gran Padre. Yo pido a mi Señor que nos decidamos a darnos cuenta de eso, a saborearlo día a día: así obraremos como personas libres. No lo olvidéis: el que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima, y carece en su actuación del dominio y del señorío propios de los que aman al Señor por encima de todas la cosas».
Afirma asimismo el Prelado que la libertad de amar a Dios y, por Él, a todos los hombres, surge como una de las principales consecuencias de la filiación divina. Por eso hemos de defenderla, respetarla y promoverla en todos los órdenes de la existencia, y hace mención al mensaje La libertad religiosa, camino para la paz que Benedicto XVI ha dirigido con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, que ha tenido lugar el pasado 1 de enero, donde el Papa dirige un vibrante llamamiento a los estadistas, a los líderes religiosos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para que promuevan y defiendan este bien grandísimo, propio de quienes han sido creados a imagen y semejanza de Dios, que —junto con el bien de la vida— constituye el fundamento más hondo de todos los derechos de la persona.
Nos viene a la memoria, continúa el Prelado, la apasionada defensa del don divino de la libertad, que San Josemaría llevó a cabo durante toda su vida. Muy claramente se manifiesta en su respuesta a la pregunta de un periodista. Decía nuestro Fundador: «el Opus Dei, desde que se fundó, no ha hecho nunca discriminaciones: trabaja y convive con todos, porque ve en cada persona un alma a la que hay que respetar y amar. No son sólo palabras; nuestra Obra es la primera organización católica que, con la autorización de la Santa Sede, admite como Cooperadores a los no católicos, cristianos o no. He defendido siempre la libertad de las conciencias. No comprendo la violencia: no me parece apta ni para convencer ni para vencer; el error se supera con la oración, con la gracia de Dios, con el estudio; nunca con la fuerza, siempre con la caridad»
Refiriéndose a las dificultades en muchos países para honrar y servir a Dios según el dictado de la propia conciencia, afirma: No penséis que la situación actual sea inédita. Quizá en nuestros días se manifiesta con mayor extensión y con matices nuevos, también porque las comunicaciones son más fáciles y rápidas, aunque no siempre en la opinión pública se atribuye a la intolerancia religiosa el relieve que merece. Pero no supone algo nuevo en la historia, como Jesús mismo advirtió: «si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí (...). No es el siervo más que su señor. Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán. Si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra», y señala como tarea de importancia capital la de enseñar a todos —especialmente a las jóvenes generaciones— a comportarse de esta manera…
Como el próximo día 9 se celebra el aniversario del nacimiento de San Josemaría, sugiere que podemos hacerle el “regalo” de ser muy fieles a sus enseñanzas y de difundirlas, de modo que se extienda más y mejor el conocimiento de su figura y de sus escritos. Los que hemos vivido a su lado y le hemos tratado personalmente, podemos atestiguar la verdad de aquellas palabras que dejó escritas: «llevo toda mi vida predicando la libertad personal, con personal responsabilidad. La he buscado y la busco, por toda la tierra, como Diógenes buscaba un hombre. Y cada día la amo más, la amo sobre todas las cosas terrenas: es un tesoro que no apreciaremos nunca bastante».
Termina su carta Mons. Echevarría haciendo partícipes a todos de su reciente viaje a Bucarest, donde las personas de la Obra que residen allí se desenvuelven gustosamente, con alegría, en medio de dificultades de espacio, del mínimo necesario de comodidad, como repetía nuestro Padre apoyándose en la doctrina de Santo Tomás de Aquino; y esa realidad lleva consigo muchos frutos de almas.
Concluye pidiendo por la Iglesia y por el Papa, bien unidos a todas mis intenciones, ¡que son muchas!
OPUSDEI.ORG / ALMUDÍ.ORG
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