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sábado, 17 de noviembre de 2012

Borja Langdon, hermano de Belén: «Cientos de personas se han convertido al conocer su historia»

Sacerdote, de 25 años, afirma que «lo importante no es la edad [a la que se muere] sino saber que esto es un peregrinar».

Se ordenó sacerdote en mayo, con 25 años, y cinco meses después daba la absolución a Belén, la sexta de los hermanos.

¿Dónde estaba Dios cuando ocurrió la tragedia?
En el Madrid Arena.

A veces parece el gran ausente.
Nunca es ajeno al dolor humano.

¿Cómo lo sabe?
Porque Cristo en la cruz lo sufrió en su propia carne.

¿Por qué Dios permite el sufrimiento de los inocentes?
Permitió la muerte de su Hijo, el Inocente máximo.

¿Para qué?
De aquello sacó el máximo bien, la Redención.

¿Y de la muerte de Belén qué saca?
Bienes espirituales.

Eso es muy vago.
Cientos de personas se han convertido al conocer su historia o al asistir al funeral.

¿Compensa venir a este mundo para morir aplastado?
La muerte nos tiene que llegar de un modo o de otro.

Pero no así y a los 17 años.
Lo importante no es la edad sino saber que esto es un peregrinar.

¿Esta vida es sólo un prólogo?
La verdadera viene luego.

¿Y cree que Belén la ha alcanzado?
Ella decía que a quien muere el sábado se lo lleva la Virgen.

Cuéntele esto a alguien que no tiene fe.
Le diría que la muerte no tiene la última palabra.

Pero si tras la muerte no hay nada todo es un pufo.
Ya lo decía San Pablo.

¿Que todo sería un pufo?
Que si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe.

¿Y cómo sabe usted que la fe no es una alucinación?
Porque la fe es razonada.

Luego, se puede demostrar...
Se basa en hechos: la existencia, muerte y resurrección de Cristo.

Si está tan claro, ¿por qué no todos creen?
Porque Dios nos deja libres para que creamos o no.

¿Su madre se enfadó con Dios?
No, tuvo dolor y tristeza, pero también paz.

Recibió la noticia en Brasil.
Fue duro por la distancia, pero providencial porque estaba con mi padre.

Y llegaron a tiempo de verla morir.
Pero se pasaron 11 horas en el aeropuerto de Río y 11 en el avión.

¿Qué le dijo usted a su madre cuando llegó al hospital?
“¿Estás preparada para abrazar la cruz?”

Y le contestó que sí.
“Con todas mis fuerzas”, me dijo.

¿Su madre es especial?
No; tiene fe.

Pero la fe no es un amuleto contra la adversidad.
Es creer que Dios nos ama.

¿Cómo era Belén?

Alegre, servicial, sacrificada.

Algún defecto tendría.

Las típicas peleas con sus hermanas.

¿Con alguna en especial?
Con Natalia, la pequeña, pero luego le escribía notitas pidiéndole perdón.

Resuma en dos palabras estos días.
Dolor y belleza.

¿Belleza?
El cariño de la gente, el calor de la Iglesia, la gracia de Dios actuando.

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