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domingo, 1 de junio de 2014

EL DIA DEL SEÑOR: LA ASCENSIÓN DE JESÚS A LOS CIELOS


          La Ascensión es el último misterio de la vida de Jesús en la tierra. Su paso entre nosotros no concluye con su muerte en la Cruz, sino con la Ascensión a los Cielos. Es un misterio salvador que constituye el misterio pascual, unido a su Pasión, su Muerte y su Resurrección. Convenía que quienes habían visto morir a Cristo en la Cruz entre insultos, desprecios y burlas, fueran testigos de su exaltación suprema. Se cumplen ahora ante la vista de los suyos aquellas palabras que un día les dijera: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios (1). Y aquellas otras: Ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo y voy a Ti, Padre Santo (2).

          Recordemos el momento. Terminado el almuerzo, el Señor se levanta de la mesa y, acompañado por los Apóstoles sale de la ciudad y toma el camino de Betania. Atraviesan el torrente Cedrón y comienzan la subida al Monte de los Olivos. A la memoria de los Apóstoles acude, vivísimo, el recuerdo de las innumerables veces que han pasado allí con el Maestro; ahora le acompañan por última vez, y un velo de tristeza comienza a atenazar sus corazones.


          En un lugar de la ladera, quizá donde señala una antigua tradición, el Señor detiene su marcha. En torno a Él se congregan todos; “y levantando sus manos los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y se elevaba al Cielo” (3).

          Los Apóstoles se postran mientras Jesús se aleja de ellos. Escoltado por una corte invisible de ángeles, el Señor sube triunfante al Cielo. Los discípulos no aciertan a apartar la mirada de esa figura tan querida que, con la distancia, se va haciendo más y más pequeña, hasta que una nube se oculta a sus ojos.

Juan Ramón Domínguez
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