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domingo, 22 de junio de 2014

CORPUS CHRISTI

       
        
   El sacramento de la fe de la Iglesia peregrinante y de la esperanza de la unión eterna. El alimento de las almas. El sacramento del pan y del vino, de las especies más pobres, que se convierten en nuestro tesoro y en nuestra riqueza más grande. “He aquí el pan de los ángeles, convertido en pan de los caminantes” (secuencia), “...no como el pan que comieron los padres y murieron; el que come de este pan vivirá para siempre” (Jn 6,58).

La institución de la Eucaristía fue siempre considerada como el sacramento más santo: el sacramento del Cuerpo y de la Sangre del Señor. El sacramento de la Pascua divina. El sacramento de la muerte y de la resurrección. El sacramento del Amor, que es más poderoso que la muerte. El sacramento del sacrificio y del banquete de la redención. El sacramento de la comunión de las almas con Cristo en el Espíritu Santo.


          ¿Por qué ha sido escogido un jueves para la solemnidad del Corpus Domini? La respuesta es fácil. Esta solemnidad se refiere al misterio ligado históricamente a ese día, al Jueves Santo. Y tal día es, en el sentido más estricto de la palabra, la fiesta eucarística de la Iglesia. El Jueves Santo se cumplieron las palabras que Jesús había pronunciado una vez en la sinagoga de Cafarnaum; al oírle, “muchos de sus discípulos se retiraron y ya no le seguían”, mientras los Apóstoles respondieron por boca de Pedro: “¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn. 6,66-68). La Eucaristía encierra en sí el cumplimiento de esas palabras. En ella la vida eterna tiene su anticipo y su comienzo (1).

          La razón humana se anonada cuando, iluminada por la fe, contempla el misterio de la Encarnación y percibe que Dios asume la naturaleza humana para salir a nuestro encuentro: Jesús me amó y se entregó por mí (2). La locura de amor de la Eucaristía supera por completo toda perspectiva humana: el Todopoderoso, el Infinito, el Eterno, se queda realmente presente oculto bajo las especies sacramentales.

          La Iglesia sintió la necesidad de dedicar otro día a contemplar la profundidad del amor del Señor en el misterio eucarístico. La sabiduría popular subrayó la importancia de esta fiesta cristiana. Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión.

Juan Ramón Domínguez
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