Inmersos en un Mundial donde se ha prohibído toda manifestación religiosa, el periodista y colaborador de El Espejo y de La Linterna, Carlos González (Charly), analiza cómo, para algunos profesionales del deporte, su fe es más importante que el balón y que la cantidad de millones que desbordan sus contratos.
Para muchos, el fútbol -el “deporte rey”- es una religión. La fe -esa compañía que nunca te deja sólo- no entiende mundiales, de primera, segunda o tercera división, ni de titulares o suplentes… En estos momentos de locura futbolística provocada por un Mundial capaz de paralizar países enteros, y en el cual se ha prohibido todo símbolo religioso, futbolistas, entrenadores y directivos, confiesan que, para ellos, Dios es más importante que el balón y que la cantidad de millones que desbordan sus contratos.
El detalle de ver a David Beckham con un Cristo tatuado en su costado, me ha hecho recordar a Kaká celebrando el triunfo de su selección de rodillas, con los brazos en alto y con el mensaje “pertenezco a Jesús” en su camiseta, o a Pelé –el mejor jugador de todos los tiempos- agradeciendo a Dios el don de jugar al fútbol. Pero éstos no son los únicos… Roberto Donadoni, el que fuera jugador y entrenador de la selección italiana, señaló que, ante la pérdida de valores que se vive en el deporte actualmente, Benedicto XVI y Juan Pablo II "son inspiradores de vida y comportamiento".
Aún analizando a fondo esta línea tan fina que separa la creencia de la superstición, considero significativa la actitud de estos profesionales del deporte que, sin tapujos, posponen su fe a una portada de alto precio… incluso aunque esto pueda perjudicarlos en su carrera futbolística. Es relevante saber que no todos los jugadores se mueven para y por el dinero, y que todavía queda un hueco para la espiritualidad.
COPE
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