Un amable lector me pide o sugiere escribir sobre el cambio de gobierno de Zapatero, dado que en junio pasado algo dije acerca de que Felipe González ironiza a placer sobre la crisis de Zapatero.
Puesto que aquello no supone que tenga autoridad para hablar demasiado acerca del asunto, pienso que puedo destacar un aspecto que salta a la vista, y luego remitir a una fuente que me resulta fiable en lo que dice y justo hoy desarrolla algunos pormenores del asunto.
En pocas palabras: Zapatero quiere enrocarse (anclarse, atarse bien y seguro, más que la jugada de ajedrez) en el poder. Y piensa que necesita de la capacidad sofística de Rubalcaba. Que es quizá útil para sorber el seso de ciudadanos y votantes espesos, pero resulta peligrosa para la salud cívica y democrática de la vida pública y para el sentido de la realidad de los restantes ciudadanos, no tan espesos.
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La personalidad política de Rubalcaba destaca por su gran categoría sofística. No es algo necesariamente admirable o encomiable, dicho así, en directo, pero pone sobre el tapete el genuino tenor político -no hablo de la persona- del elegido de Zapatero como segundo y portavoz.
Para acortar la descripción neutral del carácter sofístico que domina la gran retórica de Rubalcaba, basta mencionar algunos rasgos implicados con la sofística, en ese modo de no-razonar y sin embargo hablar que prescinde de que haya cosas o asuntos que realmente "sean de suyo" de uno u otro modo, y también prescinde de que haya posibilidad de que exista la "verdad" acerca de algo "real", al margen del discurso hecho desde o hacia el puro poder político. Una descripción de sofística no tan discutible:
Sofística es todo pensamiento que se somete a algo distinto de lo que parece verdadero, o que somete la verdad a algo distinto de ella misma –a la fuerza, el interés, el deseo, la ideología...-. El conocimiento es lo que nos distingue de ella en el orden teórico, como la sinceridad en el orden práctico.
Pues si nada fuera ni verdadero ni falso, no habría diferencia alguna entre el conocimiento y la ignorancia, ni entre la sinceridad y la mentira. Las ciencias no sobrevivirían, ni la moral, ni la democracia. Si todo es falso, todo está permitido: se pueden falsificar las experiencias o las demostraciones, puesto que ninguna es válida; equiparar la superstición con la ciencia, pues ninguna verdad las distingue; condenar a un inocente, puesto que no hay diferencia entre un testimonio verdadero y uno falso; rechazar los resultados de una votación, pues solamente será válida si se conoce su resultado verdadero...
Los peligros que entraña la sofística son evidentes. Si se puede pensar cualquier cosa, se puede hacer cualquier cosa. La sofística conduce al nihilismo, como el nihilismo a la barbarie.
2) Remitiendo al comentario de una fuente fiable
Seguramente habrá pocas personas en activo en España como Rubalcaba que hayan influido tanto en que este país sea como es. Desde el Ministerio de Educación, siendo secretario de Estado, puso en marcha la LOGSE con los efectos que ya conocemos. Luego llegó a ser ministro del ramo y remató la jugada.
Su paso por el ministerio de la Presidencia y la portavocía del Gobierno desde 1993 a 1996 le hizo acreedor del mote de “portavoz del GAL”. Arrecieban las investigaciones políticas y judiciales, cada día traía un sobresalto detrás de otro: Filesa, corrupción en el BOE, corrupción en Cruz Roja, corrupción masiva en el Ministerio de Interior: fondos reservados, Roldán. Investigación sobre el terrorismo de Estado mediante un grupo organizado llamado GAL.
En todos estos temas, Rubalcaba jamás dijo la verdad, lo cual es un gran precedente para la labor que asume ahora otra vez de portavoz del Gobierno.
JUAN JOSÉ GARCÍA-NOBLEJAS
SCRIPTOR
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