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lunes, 5 de abril de 2010

Carta del Prelado del Opus Dei (abril 2010)


En su carta de abril, Mons. Javier Echevarría invita a considerar la idea de que "con su humillación y su posterior exaltación, el Señor nos ha trazado el sendero por el que deben discurrir nuestros pasos en la existencia cotidiana". Os presento algunos párrafos de la carta y el enlace para leerla completa.


Todos conservamos en la mente que la muerte de Juan Pablo II produjo una sacudida espiritual en multitud de personas y dejó frutos innumerables. Estuvo precedida de años, meses y semanas en los que ese gran Pontífice ofreció —con su predicación y con su ejemplo, con su larga enfermedad, con su vida entregada y con su muerte— un testimonio maravilloso de cómo hay que seguir a Cristo. Seguramente recordamos la determinación con que agarraba la Santa Cruz, mientras seguía por televisión el Viacrucis del Viernes Santo, en el que no pudo estar presente.

Estos y otros recuerdos nos pueden ayudar a meternos con más profundidad en las escenas de la Semana Santa. La liturgia del Triduo sacro, que comienza esta noche con la Misa in Cena Domini y concluye con la Vigilia Pascual, rememora elocuentemente el modo que Dios ha elegido para redimirnos. Pidamos al Señor gracia abundante para comprender con más profundidad el don inmenso, verdaderamente inestimable, que ha hecho a la humanidad mediante su sacrificio en la Cruz. ¿Qué te has propuesto para no dejar solo a Jesucristo? ¿Cómo le ruegas que te haga alma generosamente penitente? ¿Pones los medios para que no se produzca aquella desbandada que sucedió a los Apóstoles?
......
El Señor utiliza este modo de actuar —la unión con la Cruz— para santificarnos, y también permite que la misma Iglesia sufra muchos ataques. «No es algo nuevo, comentaba San Josemaría. Desde que Jesucristo Nuestro Señor fundó la Santa Iglesia, esta Madre nuestra ha sufrido una persecución constante. Quizá en otras épocas las agresiones se organizaban abiertamente; ahora, en muchos casos, se trata de una persecución solapada. Hoy como ayer, se sigue combatiendo a la Iglesia»[7].

Nada de esto debería sorprendernos. Ya lo anunció Nuestro Señor a los Apóstoles: si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya; pero como no sois del mundo, sino que Yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia. Acordaos de las palabras que os he dicho: no es el siervo más que su señor. Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán. Si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra[8].

Ciertamente, hay momentos en los que se intensifican los ataques a la doctrina católica, al Papa y a los Obispos; se pone en berlina a los sacerdotes y a cuantos se esfuerzan por llevar una vida recta; se reduce al ostracismo a los católicos laicos que, en uso de su libertad, se proponen iluminar las leyes y las estructuras civiles con las luces del Evangelio. Imagino que todas y todos sentiréis pena por esos pobres que sólo saben tener amargura en sus mentes, en sus almas. Llevémosles al Señor con nuestra oración.

Ante estas situaciones, no hemos de perder el ánimo ni encogernos; sintamos tristeza fraterna por aquellos que se mueven en el error, y recemos por ellos; devolvámosles bien por mal; y tomemos la decisión de ser más alegremente fieles y más apostólicos. Traigamos a nuestra memoria el Dios y audacia de San Josemaría en los primeros años de la Obra, cuando las dificultades en la vida de la Iglesia no eran inferiores a las actuales. Consideremos la afirmación de Nuestro Señor que os acabo de recordar: si me han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros. Si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra. Dios no pierde batallas. Con su amor y su omnipotencia infinitos puede sacar, del mal, el bien.

TEXTO COMPLETO AQUÍ

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