ACTUALIDAD
jueves, 15 de abril de 2010
El Papa asegura que la obligación del sacerdote es mostrar la luz de Dios en la confusión de nuestro tiempo
Consciente de que el pueblo cristiano demanda la genuina doctrina eclesial, el Papa llama a los sacerdotes a cumplir su misión de enseñar no las ideas u opiniones personales, sino “la luz que es Cristo mismo”, apremiante en un contexto de confusión y desorientación.
Ante fieles y peregrinos de los cinco continentes, en la Plaza de San Pedro, Benedicto XVI ha dedicado este mediodía su catequesis semanal a la misión del presbítero. Y es que la Iglesia se encamina a la clausura del Año sacerdotal -del 9 al 11 de junio-. De ahí que el Papa desee profundizar en la “realidad fecunda de la configuración del sacerdote con Cristo”, y ello en cuanto a los “tria munera” que recibe, esto es, la misión de enseñar, santificar y gobernar.
En varias ocasiones el Santo Padre dejó a un lado los papeles hoy, aclarando en primer lugar que “el sacerdote que actúa en la persona de Cristo y en representación del Señor no actúa jamás en nombre de un ausente”-como por delegación-, “sino en la Persona misma de Cristo Resucitado, quien se hace presente con su acción eficaz” precisamente en las tres tareas del presbítero. “Son en realidad las tres acciones de Cristo Resucitado -recalcó el Papa-, el mismo que hoy en la Iglesia y en el mundo enseña y así crea fe, reúne a su pueblo, crea presencia de la verdad, y construye realmente la comunión de la Iglesia universal; y santifica y guía”.
En plena emergencia educativa, Benedicto XVI se ha centrado hoy en el “munus docendi”, la misión de enseñar, “particularmente importante” pues “vivimos en una gran confusión acerca de las opciones fundamentales de nuestra vida y los interrogantes sobre qué es el mundo, de dónde viene, dónde vamos, qué debemos hacer para realizar el bien, cómo debemos vivir, cuáles son los valores realmente pertinentes”.
“En esta situación se realiza la palabra del Señor, quien tuvo compasión de la multitud porque estaban como ovejas sin pastor”, y al ver que le seguían en el desierto porque -en la diversidad de las corrientes de aquel tiempo- desconocían cuál era el verdadero sentido de la Escritura, “interpretó la palabra de Dios; Él mismo es la palabra de Dios; y dio así una orientación -señaló Benedicto XVI-. Ésta es la función 'in persona Christi' del sacerdote: hacer presente, en la confusión y desorientación de nuestros tiempos, la luz de la palabra de Dios, la luz que es Cristo mismo en nuestro mundo”.
Por ello, el sacerdote “no enseña sus propias ideas, una filosofía que él mismo ha inventado, ha encontrado o le gusta”; “no habla de sí, ni para sí, a fin de crearse tal vez admiradores o un partido propio” -alerta el Papa-, sino que, “en la confusión de todas las filosofías, el sacerdote enseña en nombre de Cristo presente, propone la verdad que es Cristo mismo, su palabra, su modo de vivir y de ir adelante”.
Lejos de ser un personaje “neutro” o un mero “portavoz”, el sacerdote debe identificar su vida con la de Cristo, de manera que la palabra que proclama, aunque no sea propia, se transforme en cambio en “profundamente personal”. Por eso, como prosiguió el Santo Padre, la enseñanza que el sacerdote está llamado a ofrecer, “las verdades de fe”, “deben interiorizarse y vivirse en un intenso camino espiritual personal, de manera que realmente el sacerdote entre en una comunión interior profunda con Cristo”. Por eso también “el sacerdote cree, acoge y procura vivir, ante todo como proprio, cuanto el Señor ha enseñado y la Iglesia ha transmitido en ese itinerario de identificación con el proprio ministerio”.
En este contexto, no esconde Benedicto XVI que la voz del sacerdote puede parecer “la voz del que grita en el desierto”, “pero precisamente en esto consiste su fuerza profética: en no ser jamás homologado ni homologable a ninguna cultura o mentalidad dominante, sino en mostrar la única novedad capaz de obrar una renovación profunda y auténtica del hombre, esto es, que Cristo es el Viviente, es el Dios cercano, el Dios que actúa en nuestra vida y por la vida del mundo y nos da la verdad, la forma de vivir”.
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