Es necesario volver al confesionario: lo ha observado Benedicto XVI al hablar a los participantes del curso de formación de la Penitenciaría Apostólica. El contexto cultural hedonista y materialista está desviando el sentido del pecado y del bien y el mal.
Los sacerdotes, siguiendo el ejemplo del santo Cura de Ars, deben guiar con valentía a los fieles, dedicarse a las confesiones, instaurar con los penitentes un diálogo de salvación. La certeza de ser amados por Dios, que el sacerdote debe transmitir a los fieles, dijo el Papa, ayuda al hombre a reconocer el propio pecado y a introducirse, progresivamente, en esa estable dinámica de conversión del corazón, que lleva a la radical renuncia del mal y a una vida según Dios. El sacerdote puede llevar a cabo esta misión si lleva una auténtica vida de oración nutrida por el Evangelio y por la cercanía con Dios.
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