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miércoles, 24 de marzo de 2010

La carta del Papa



Reproduzco este artículo por su indudable interés. En él tenéis los enlaces a la carta y al via crucis de 2005 (leer el texto de la novena estación).
En la carta que acaba de dirigir a los católicos de Irlanda volvemos a confirmar lo que Benedicto XVI ya nos anticipaba, siendo todavía cardenal, en las meditaciones de aquel Vía Crucis de 2005 que presidió por enfermedad de su predecesor: en la Iglesia hay mucha suciedad; y tanta suciedad no se combate encubriéndola, sino impulsando un proceso de purificación interior que comienza por el reconocimiento de la verdad y la asunción de culpa.
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Benedicto XVI vuelve en esta carta a insistir en la necesidad de extremar el celo en el escrutinio de los candidatos al sacerdocio; y en la obligación de obispos y superiores religiosos de fortalecer la «formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados».

Reclama, en definitiva, sacerdotes con vocación de santidad que puedan demostrar a todos que «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia»; y los exhorta a una penitencia que, al fin y a la postre, consiste en volver a beber en esas «fuentes de agua viva» —oración, sacramentos, adoración eucarística— que, en su afán por halagar al mundo, en su afán por «adoptar formas de pensamiento y de juicio de la realidad secular sin referencia suficiente al Evangelio», la propia Iglesia ha descuidado.

Fuentes de agua viva que, a estas alturas, el mundo ya ha dejado de percibir como tales; pero Benedicto XVI sabe bien que su misión no es halagar al mundo, sino devolver a la Iglesia su vocación de santidad. En este camino de curación, renovación y reparación se cifra su única esperanza de volver a ser la sal que sala el mundo.

ABC
Juan Manuel de Prada
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