ACTUALIDAD

domingo, 17 de agosto de 2014

EL DÍA DEL SEÑOR: DOMINGO 20º DEL T.O. (A)

 La insistencia ejemplar de la protagonista del evangelio de hoy es calor y luz que dan vida a nuestra fe. Independientemente de que nos encontremos enfriados por el ambiente o caldeados por una vida interior intensa; la mujer cananea representa al amor y a la fe: amor por su hija; la fe en Jesús.

   Por más que deseemos atemperarlo, Jesús trató a la mujer con palabras duras. Atento a la secuencia. Primero no le responde. Solo después de la intercesión de los apóstoles decide hacerlo, y muy secamente. Finalmente, cuando ella se califica a sí misma como «perrillo que come de lo que cae de la mesa del rico», entonces, solo entonces, Jesús accede a la recompensa de su insistente petición; cura a su hija y alaba su perseverancia: «Mujer, qué grande es tu fe».

Es vibrante la palabra de Dios. Mucho. Muchísimo. Un diálogo lleno de fe y de amor, de tensión y decepción, también de éxito y de vida. Ciertamente, Su palabra es palabra de luz y consuelo.


Contemplemos, pues, la insistencia de la mujer creyente. Cómo empeña sus fuerzas y su tiempo en obtener de Jesús lo que desea. Toda madre comprenderá perfectamente tan evangélico ejemplo; porque esa disposición a dar a los hijos todo cuanto les es oportuno para su salud y salvación les es connatural. Por eso, es especialmente diabólico ver cómo tantos y tantas claman por el aborto como derecho, sin ser conscientes –o siéndolo– de que no hay atrocidad mayor: la corrupción hasta la muerte de la relación madre-hijo.

El hombre de fe, la mujer de fe, ha de ser necesariamente insistente. Abrahán insistió en su propósito. Moisés, también. Ambos hallaron dificultades. ¿Y? Por eso mismo son prototipo de una creencia acabada. Porque insistieron en su súplica. Mucho más tarde, santa Isabel, y especialmente la Virgen María. Insistían e insistían en sus peticiones. No abandonaban los propósitos. Volvían una y otra vez al Señor, demostrando con obras que todo está en sus divinas manos.

También nosotros debemos insistir; y no hay mejor manera que dar prioridad a las cosas de Dios. Así manifestamos y alimentamos nuestra fe. ¿Dejamos la oración a la primera de cambio?, ¿es la participación en la Misa demasiado infrecuente y, en cualquier caso, poco atenta? ¿Está la Virgen cerca de nosotros, mediante el rezo del rosario, antes de dormir o pequeñas jaculatorias?


EVANGELIO

San Mateo 15, 21-28

En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: —«Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: —«Atiéndela, que viene detrás gritando». Él les contestó: —«Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió de rodillas: —«Señor, socórreme». Él le contestó: —«No está bien echar a los perros el pan de los hijos». Pero ella repuso: —«Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Jesús le respondió: —«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». En aquel momento quedó curada su hija.

Fulgencio Espá, Con Él, Agosto 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario