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jueves, 16 de noviembre de 2017

El futuro de Israel, condicionado por el judaísmo ultraortodoxo

Jerusalén.— Israel pasará a la historia, entre muchas otras cosas, por haberse constituido como el único Estado confesionalmente judío. Sin embargo, aunque la imagen que pudiera transmitir al exterior sea de una nación judía homogénea, la realidad es que uno de los principales retos políticos que Israel tiene por delante –además del conflicto palestino– es el de integrar en una misma tierra maneras diametralmente opuestas de entender el judaísmo.
La secularización de Occidente no se ha quedado a las costas del mediterráneo: Israel es, en muchos aspectos, un país occidental más en el que la forma de entender sociedad, Estado y religión suscita el dilema de cómo lograr la coexistencia entre quienes ven en el judaísmo la clave de interpretación de la realidad en su conjunto y quienes lo cuentan como un elemento más dentro de la cultura y tradición recibidas.
Gran parte de la comunidad jaredí se caracteriza por un rechazo de la modernidad occidental
Los jaredíes (del hebreo חֲרֵדִים, que significa “los que temen a Dios”) o –como se suele llamarlos– “ultraortodoxos” representan, dentro del judaísmo, la práctica religiosa más devota. Al igual que otros grupos de judíos, creen que Dios entregó la Torá a Moisés en el Monte Sinaí junto con sus respectivas reglas y mandamientos (mitzvot), 613 en total, que componen el cuerpo de la ley judía (Halajá). Pero, a diferencia de la mayoría de sus coetáneos, se caracterizan por una interpretación prácticamente literal del texto de la ley judía, y por adoptar posturas radicales en el resto de ámbitos de la vida cotidiana.
artículo completo en aceprensa.com

miércoles, 31 de mayo de 2017

Una guerra relámpago y 50 años de estancamiento

Entre el 5 y el 11 de junio de 1967, en una campaña militar relámpago, Israel ocupó Jerusalén este, Cisjordania, la franja de Gaza, la península del Sinaí y los altos del Golán, con la consiguiente derrota de los ejércitos de Jordania, Egipto y Siria. 
Hace cincuenta años, la Guerra de los Seis Días cambió el escenario geopolítico de Oriente Medio, pero también fue el comienzo de una situación de estancamiento del conflicto palestino-israelí que hoy parece más lejos que nunca de encontrar un camino para la paz.
Se ha dicho que las guerras se libran dos veces: una sobre el terreno, y la otra en las páginas de la historiografía, aunque también se combate en los foros de la opinión pública. Los israelíes ganaron en el campo de batalla al desarrollar una brillante operación militar, en la que pusieron en práctica el método de la guerra preventiva. Esta les sirvió, por ejemplo, para destrozar a la fuerza aérea egipcia en sus propios aeródromos y de paso neutralizar al Egipto de Nasser, su enemigo más visible. La forzosa, aunque ineficaz, reacción de jordanos y sirios solo sirvió para aumentar la derrota árabe y dar mayores alas al sueño abrigado por el sionismo desde finales del siglo XIX: la recuperación para Israel de lugares de su tradición histórica como la parte antigua de Jerusalén y el territorio de Cisjordania, identificado por los colonos judíos con las Judea y Samaria bíblicas.

lunes, 9 de junio de 2014

Hace falta más coraje para la paz que para la guerra

   Invocación del don de la paz: gesto profético de Francisco con los presidentes de Israel y Palestina en el Vaticano.



Palabras del Santo Padre Francisco

Señores Presidentes
Los saludo con gran alegría, y deseo ofrecerles, a ustedes y a las distinguidas Delegaciones que les acompañan, la misma bienvenida calurosa que me han deparado en mi reciente peregrinación a Tierra Santa.
Gracias desde el fondo de mi corazón por haber aceptado mi invitación a venir aquí para implorar de Dios, juntos, el don de la paz. Espero que este encuentro sea el comienzo de un camino nuevo en busca de lo que une, para superar lo que divide.