Los días que transcurrieron entre la Resurrección del Señor y la Ascensión debieron constituir para sus discípulos una experiencia inolvidable. Aunque las apariciones y desapariciones se sucedían inesperadamente, esa compañía junto al Señor glorificado explicándoles tantas cosas debió quedar fuertemente marcada en sus corazones.
Sin embargo, el Señor les había adelantado esto: Os conviene que Yo me vaya para que venga el Espíritu Santo. Algo muy importante debería ser esta llegada. ¿Habría para los discípulos algo más grande que Jesucristo al que habían visto realizar tantos prodigios y que ahora contemplaban vencedor de la muerte?