El pasado 3 de marzo apareció, en la localidad guipuzcoana de Mondragón, una recién nacida abandonada debajo de un coche, aún con restos de la placenta, y las autoridades no pudieron sino certificar su defunción.
Mejor suerte había corrido un año antes otra pequeña de apenas tres días, dejada a las puertas de una iglesia en Madrid. Un vecino la encontró, la puso a resguardo del intenso frío, y dio aviso. El nombre del bebé, que constaba en un papelito, era toda una premonición: María Milagros.