ACTUALIDAD

miércoles, 1 de abril de 2015

La reconstrucción del matrimonio

 
 Con vistas al Sínodo sobre la familia del próximo octubre, se ha celebrado en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma un simposio sobre “Matrimonio y familia. La cuestión antropológica y la evangelización de la familia”. La lección inaugural correspondió al cardenal arzobispo de Bolonia Carlo Caffarra, que habló de cómo proponer la visión cristiana del matrimonio en una cultura occidental que ha demolido el matrimonio natural.

Carlo Caffarra empezó por hacer un bosquejo de la situación del matrimonio en Occidente.
“El edificio del matrimonio no ha sido destruido; ha sido deconstruido, desmontado pieza por pieza. Al final tenemos toda las piezas, pero no el edificio. Existen todas las categorías que componen la institución matrimonial: conyugalidad; paternidad-maternidad; filiación-fraternidad. Pero ya no tienen un significado unívoco”.

¿Cómo se ha producido esta deconstrucción? “Se ha separado cada vez más el matrimonio de la sexualidad propia de cada uno de los dos cónyuges. (…) Y la consecuencia más importante de esta desbiologización del matrimonio es su reducción a mera emoción privada, sin una relevancia pública fundamental”.

Olvido de lo biológico

Caffarra describió los momentos fundamentales de este proceso. “El primero está constituido por el modo de pensar la relación de la persona con su propio cuerpo”. Frente a la tesis de Santo Tomás que afirmaba la unidad sustancial de la persona, la visión platónica y neoplatónica del hombre se ha infiltrado en el pensamiento cristiano. “En un segundo momento, la separación entre el cuerpo y la persona ha encontrado un nuevo impulso con la metodología de la ciencia moderna, que excluye de su objeto de estudio cualquier referencia a la subjetividad, como dimensión no mensurable”. Así se ha llegado a “la trasformación del cuerpo en puro objeto”.
“De una parte, el dato biológico es expulsado progresivamente de la definición de matrimonio y, de otra, en consecuencia, las categorías de una subjetividad reducida a pura emotividad se convierten en centrales a la hora de definir el matrimonio”.

Es necesario recuperar la “teología del cuerpo” de Juan Pablo II, para generar un nuevo empeño educativo en toda la Iglesia

Antes, señaló Caffarra, “el genoma del matrimonio y de la familia estaba constituido por la relación de reciprocidad (conyugalidad) y la relación intergeneracional, como relaciones radicadas en la persona”. “No se reducían al dato biológico, pero el dato biológico venía asumido e integrado en la totalidad de la persona”.
En cambio, “ahora la conyugalidad puede ser tanto heterosexual como homosexual; la generación puede obtenerse a través de un procedimiento técnico. Como justamente ha demostrado P.P. Donati, estamos asistiendo no a un cambio morfológico, sino a un cambio del genoma de la familia y del matrimonio”.

El matrimonio en la cultura actual

Carlo Caffarra piensa que los problemas fundamentales que el actual clima cultural plantea a la visión cristiana del matrimonio no son en primer lugar problemas éticos, que pueden ser afrontados con exhortaciones morales. “Es una cuestión radicalmente antropológica”.
La primera dimensión de este problema es que, según la doctrina católica, el matrimonio sacramento coincide con el matrimonio natural. Ahora bien, “lo que la Iglesia entendía y entiende por matrimonio natural ha sido demolido en la cultura contemporánea”. Por eso, “lógicamente teólogos, canonistas y pastores se hacen preguntas sobre la relación fe-sacramento en el matrimonio. Pero hay un problema más radical. El que pide casarse sacramentalmente, ¿es capaz de contraer el matrimonio natural?”. No sería ya una cuestión de fe, sino antropológica, de capacidad para casarse.
La segunda dimensión de esta cuestión antropológica consiste, según Caffarra, “en la incapacidad de percibir la verdad y por lo tanto el valor de la sexualidad humana”.
A este punto, Caffarra se pregunta si la Iglesia está haciendo todo lo necesario para mostrar al mundo de hoy este valor. “La Iglesia debe preguntarse por qué de hecho se ha ignorado el magisterio de Juan Pablo II sobre la sexualidad y el amor humano. La Iglesia posee una gran escuela en la que se aprende la profunda verdad de la [relación] cuerpo-persona: la Liturgia. ¿Cómo y por qué no ha sabido aprovecharla ante la cuestión antropológica de que hablamos? ¿Hasta qué punto la Iglesia es consciente de que la ideología de género es un verdadero tsunami, cuyo propósito no afecta principalmente al comportamiento de las personas, sino que se propone a la destrucción total del matrimonio y de la familia?”.
En síntesis, resume Caffarra, “el segundo problema fundamental que hoy se plantea a la propuesta cristiana del matrimonio es la reconstrucción de una teología y de una filosofía del cuerpo y de la sexualidad, que generen un nuevo empeño educativo en toda la Iglesia”.
La tercera dimensión de la cuestión antropológica actual sobre el matrimonio es para Caffarra “la más grave”. La desconfianza en la capacidad de la razón para conocer la verdad, de la que habla la encíclica Fides et ratio (n. 81-83), ha arrastrado también a la voluntad. “El empobrecimiento de la razón ha generado el empobrecimiento de la libertad. Como desesperamos de nuestra capacidad para conocer una verdad total y definitiva, tenemos también dificultad para creer que la persona humana pueda realmente darse de modo total y definitivo, y recibir la autodonación total y definitiva del otro”.
De ahí viene “la incapacidad actual de la persona de considerar la indisolubilidad del matrimonio si no es en términos de una ley externa, como una magnitud inversamente proporcional a la de la libertad”.

Lo que hay que evitar

En la tercera parte de su intervención, el cardenal Caffarra se refiere a algunas modalidades que hay que evitar y otras que hay que utilizar para la propuesta cristiana del matrimonio.
“Hay tres modalidades que hay que evitar. La modalidad tradicionalista, que confunde un modo particular de ser familia con la familia y el matrimonio como tal. La modalidad de catacumba, para la cual bastan las virtudes privadas de los esposos, mientras que la institución del matrimonio es mejor que sea decidida libremente por la sociedad. Y la modalidad buenista que considera que la cultura de que hemos hablado antes es un proceso histórico imparable; por lo tanto, propone llegar a compromisos con ella, salvando lo que puede ser reconocido como bueno”.
En cuanto a las modalidades positivas, Caffarra parte de una constatación: “La reconstrucción de la visión cristiana del matrimonio en las conciencias singulares y en la cultura de Occidente será un proceso largo y difícil. Cuando una pandemia se abate sobre un pueblo, la primera urgencia es seguramente atender al que ha sido afectado, pero también es necesario eliminar las causas”.
En primer lugar es necesario redescubrir las evidencia originarias sobre el matrimonio y la familia, “quitando de los ojos del corazón las cataratas de las ideologías que nos impiden conocer la realidad”. “Estas evidencias están inscritas en la misma naturaleza de la persona humana”.
En segundo lugar, hay que redescubrir que “el matrimonio-sacramento y el matrimonio natural coinciden. La separación entre los dos lleva a concebir la sacramentalidad como algo añadido, extrínseco, y por otra parte corre el riesgo de abandonar la institución matrimonial a la tiranía de lo artificial”.
En tercer lugar, “es necesario recuperar la ‘teología del cuerpo’ presente en el magisterio de Juan Pablo II. El pedagogo cristiano necesita hoy un trabajo teológico y filosófico que no puede ser aplazado, o limitado a una institución particular”.
aceprensa

No hay comentarios:

Publicar un comentario