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lunes, 17 de agosto de 2020

“Libre de hijos” vs. libre para amar

 

Nos lo cuenta una joven madre: mientras paseaba por una calle de Oviedo junto a sus tres hijos, un hombre que se cruzó con ellos comenzó a increparla: “Estás loca. ¿No te da vergüenza tener tantos hijos para que sean esclavos del capital?”. La mujer, con escasas ganas de entablar una discusión, se encogió de hombros y siguió camino con su prole.

Que no haya nuevos “esclavos del capital”. O nuevos contaminadores, “tiranos del planeta”. O nuevas víctimas de un orden mundial injusto. Una amplia gama de justificaciones subyace en la base de una tendencia que se extiende en algunos ámbitos: la de proponerse no tener descendencia y quedarse childfree, “sin hijos” por voluntad propia, “libre” de niños, en contraposición al childless, la persona que no puede tenerlos.

Los childfree confiesan las conveniencias o temores para asumir ese estado. Argumentan que no tener hijos les supone un bienestar que no tendrían a plenitud si, en vez de centrar toda la atención en sí mismos, tuvieran que estar atentos a otros. Un hijo puede suponer limitaciones a la libertad de acción y movimiento de sus padres, cuyos intereses quedan subordinados en buena medida a las necesidades de cuidado de los menores. Además, si la crianza y educación de estos ha de hacerse “como Dios manda”, ello implica necesariamente sacrificar tiempo de ocio, dedicar recursos económicos a su educación, a su salud, a su recreación, etc. Todos estos “peros”, sin embargo, se desploman ante el testimonio de personas que, como se verá más adelante, conjugan la paternidad con una rica vida profesional y personal.

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