¿Qué hacer para que el amor que unió a dos personas “en una sola carne” no lo apaguen las discrepancias de caracteres y gustos, el paso lento de los días iguales, los desengaños y los sinsabores y penas de la vida?
El amor es como un fuego que debe ser cuidado y alimentado cada día sacrificando troncos y ramas, y avivándolo con el soplete, el viento del Espíritu que lo hizo prender en el corazón de cada uno. Serán esos troncos y ramas de la paciencia, la delicadeza en el trato mutuo; los detalles de servicio; el no elevar destempladamente la voz.