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martes, 17 de diciembre de 2013

El hobbit: La desolación de Smaug

   
   Tras convertirse en el rey del gore cutre —a través de películas como “Mal gusto”, “Meet the Febles” o “Braindead”—, el neozelandés Peter Jackson se moderó bastante en “Criaturas celestiales” y “Agárrame esos fantasmas”. A continuación, sorprendió a todos con sus tres excelentes adaptaciones de “El Señor de los Anillos” (2001-2003), la magistral saga de fantasía heroica del británico J.R.R. Tolkien. 

   Después, dirigió la notable “King Kong” y la decepcionante “The Lovely Bones”, antes de rozar su mejor nivel en “El Hobbit: Un viaje inesperado”, primera de las tres partes en las que Jackson ha fragmentado la novela juvenil que Tolkien escribió para sus hijos en 1932, enriquecida con diversos elementos de “El Silmarillion”, los “Cuentos inconclusos” y los “Apéndices de El Señor de los Anillos”, con el fin de darle un mayor vuelo mitológico. 


Más de mil millones de dólares recaudó en todo el mundo “El Hobbit: Un viaje inesperado”, a la que ahora da continuidad “El Hobbit: La desolación de Smaug”, más sólida y entretenida que su antecesora, y que incluye un divertido cameo del propio director al más puro estilo Hitchcock. En esta segunda entrega, prosiguen las aventuras en la Tierra Media del hobbit Bilbo Bolsón (Martin Freeman), el mago Gandalf el Gris (Ian McKellen) y los trece enanos liderados por Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage) en su épico viaje para recuperar el Reino Enano de Erebor. 

   En su avance hacia el Este, la Compañía se encuentra con Beorn (Mikael Persbrandt), el hombre-oso, y con un enjambre de arañas gigantes en el peligroso monte Mirkwood. Tras ser capturados por los Elfos del Bosque Negro, y escapar de ellos, los enanos se dirigen hacia Ciudad del Lago, ya muy cerca de la Montaña Solitaria, dominada por el terrorífico dragón Smaug (voz de Benedict Cumberbatch). 

 A nivel técnico, además de la nitidez que proporciona su rodaje a 48 fotogramas por segundo —sólo apreciable plenamente en pocos cines—, lucen especialmente la impactante animación digital del dragón Smaug y los sugerentes efectos estereoscópicos de perspectiva, generados por la novedosa técnica de “motion control” (“moco”), que permite integrar en la misma imagen partes de diferentes decorados. En este sentido, es sencillamente antológica la trepidante escapada en barriles del Bosque Negro. Por su parte, los actores reales y los dobladores de los personajes animados despliegan de nuevo un alto nivel interpretativo, que les permite encarnar los diversos matices dramáticos y cómicos de los numerosos personajes. 

Y también mantienen su altísima calidad la banda sonora de Howard Shore, la fotografía de Andrew Lesnie, el diseño de producción de Dan Hennah y el vestuario de Ann Maskrey y Richard Taylor. Además, esta vez el guion goza de un ritmo excelente, casi sin caídas de intensidad, desde el sereno arranque hasta el abrupto desenlace abierto, aunque esta última parte se alarga en exceso, al igual que la paralela búsqueda del Nigromante (voz de Benedict Cumberbatch) por parte de Gandalf y Radagast (Sylvester McCoy). Mejor dosificada está la inventada subtrama romántica —que no aparece en la novela de Tolkien— entre la elfa Tauriel (Evangeline Lilly) y el enano Kili (Aidan Turner). 

Queda en todo caso otro espectáculo audiovisual apabullante, pero con alma y certeras reflexiones morales en torno al heroísmo de las personas corrientes y el trabajo en equipo. Ojalá se mantenga o incluso se eleve este alto listón en la culminación de la trilogía, “El Hobbit: Partida y regreso”, cuyo estreno está previsto para el 17 de diciembre de 2014.( J. J. M. Cope.es) / Almudí

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