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sábado, 2 de octubre de 2021

Marian Rojas Estapé: «Lo que puedes hacer si tu pareja te saca de quicio y tienes ganas de contestarle mal»

La psiquiatra Marian Rojas Estapé acaba de publicar «Encuentra tu persona vitamina», un libro en el que explica que estas personas son «las que nos bajan el cortisol, que es la hormona del estrés; nos estimulan la oxitocina, la hormona del bienestar; nos potencia nuestra autoestima, tienen sentido del humor, nos escuchan atentamente, se ilusionan, incluso más que nosotros, si nos pasa algo bueno...

En el ámbito familiar, ¿cómo pueden los padres convertirse en personas vitamina de sus hijos?

—Cualquier padre tiene esta aspiración. Lo primero que hay que hacer es no tener miedo a expresar afecto, a decir «te quiero», a abrazar, demostrar que se quiere pasar tiempo con ellos y decírselo: «me apetece estar contigo». Eso sí, con el teléfono y el iPad lo más lejos posible porque cuando interfiere una pantalla, la oxitocina, la vitamina que hay en esa relación, es mucho menor. ¿Por qué? Porque se mira el móvil y nosotros lo que buscamos en la familia es que nos quieran, nos acepten y presten atención.

Hay un gran esfuerzo por ser padres vitamina en la infancia, pero cuando llega la adolescencia, ¿se bajamos la guardia?

Cuando tienen una infancia sana, reciben afecto y se les escucha, las herramientas que les das para pasar la adolescencia son mejores que cuando en su niñez reciben menos vitamina. Aceptando, claro está, que en la adolescencia ellos buscan distancia. Lo esencial es que sepan que sus padres están siempre disponibles para escucharles sin juzgar. Así se les podrá orientar. A veces harán caso; otras, no.

¿De qué manera pueden lograr los padres que esa voz interior, de la que muchas veces usted ha hablado, sea de verdad un apoyo y no una constante crítica por repetirse continuamente: no lo estás haciendo bien, no le educas correctamente, no deberías haberle gritado...?

Lo primero que hay que hacer es reconocer que todos tenemos una voz interior que va comentando nuestra vida. A veces es buena, pero muchas otras no. Cuando es mala —al repetirte «has engordado», «no tienes fuerza de voluntad», «tu pareja está distante», «tus hijos son muy pesados», «nadie te quiere»...—, impregna todo lo bueno que hay. No obstante, hay que tener en cuenta que el 90% de las cosas que nos preocupan nunca jamás suceden, pero nuestra mente y cuerpo lo viven como si fuera real y se ponen en alerta. Si escuchas esa voz interior que te dice que tú no puedes con algo, te intoxica. Hay que reconocer cómo es esa voz: ¿daña mi autoestima?, ¿me bloquea?, ¿me hace ver siempre una amenaza?... Hay que preguntarse, además, de dónde me viene: ¿de algo que me ha sucedido?, ¿de mi infancia?... A veces hay frases de la niñez que se quedan grabadas en la mente y años más tarde vuelven. Y te destruyen. Por último, hay que desbloquear esa voz haciendo un trabajo interior: hablarme bien, cerrar heridas, pedir ayuda a las personas que me quieren, perdonar, quitar el rencor que llevo dentro... Así se abre el camino para liberarnos de esa voz que nos machaca y hace mucho daño.

¿Cómo influye el apego en la infancia a nuestro desarrollo futuro como personas?

La infancia tiene un impacto mucho mayor en la edad adulta de lo que en principio se imaginaba. Hay diferentes tipo de apego: el evitativo, el ansioso, el seguro... Las cifras indican que influyen en un 70% en nuestra vida.

¿La niñez también repercute a la hora de elegir pareja?

Lo que contribuye es cómo me querían de pequeño y lo que vi en cómo se querían en mi entorno. Pueden pasar tres cosas: que lo que vi no me gustó nada y por rebote me voy al extremo contrario; que lo que vi no me gustó y diseño cómo quiero que sea mi relación de pareja; y, otras veces, no soy consciente y soy esclavo de lo que viví y tiendo a repetir unos patrones.

En el libro asegura que en una relación es frecuente coger manía a la pareja: a cómo habla, cómo viste, lo que hace... ¿De repente es tóxica?

Muchas crisis de pareja, no son tales; son crisis personales de uno de mismo por algo que le sucede y que le hace estar en alerta. Un problema de trabajo, con los hijos... Todo tiene un impacto directo en su forma de gestionar la realidad y lo primero que sucede es que está más irritable. Y, ¿con quién? Pues con la persona con la que se convive. Es entonces cuando ese tic o esa manía de la pareja, y que tenías totalmente aceptados, de repente no los soportas y te sacan de quicio.

¿Y qué se puede hacer?

Si ves que le tienes manía, ganas de contestarle mal, que todo lo que hace te saca de tus casillas..., plantéate, ¿qué me está pasando para elevar mi estado de cortisol hasta el punto en que tengo manía a todo. Lo primero es hacernos un diagnostico: estoy mal, llevo tiempo sin dormir, tengo problemas en el trabajo, con la familia, el coronavirus me ha alterado... Cada uno debe entender qué nos ha activado el sistema de alerta.

Al descubrirlo, hay que mirar a esa persona y darnos cuenta de que estamos lanzando contra ella lo que llevamos dentro, lo que nos tensa. Muchas veces, los otros pueden tener algo de culpa, pero generalmente, lo que sucede es que nuestra percepción de la realidad está alterada por nuestra tensión interior. Reconocerlo, intentar trabajarlo, hablarlo con la otra persona, hacer ejercicio que nos libere el cortisol, quedar con esa amiga o ese padre que nos escucha y es vitamina..., hará que lleguemos a casa mejor y conectemos con la pareja.

Según su teoría de la piramide, el proceso de elegir pareja se realiza en función de distintos criterios racionales. ¿En qué lugar queda la química del amor a primera vista, el flechazo?

Creo en el amor a primera vista, pero la realidad es que en ese flechazo el componente hormonal es tan potente que se desactiva la corteza prefrontal, que es la que nos lleva a filtrar y analizar lo que nos conviene y lo que no. Mi intención es potenciar en el siglo XXI la corteza prefrontal de la gente para que tengan capacidad de diferenciar lo accesorio de lo fundamental, tomar decisiones adecuadas, filtrar lo que le conviene. Las pantallas nos impiden que esta corteza funcionen bien y seamos más esclavos de los impulsos.

Cuando uno tiene un flechazo potentísimo, la corteza prefrontal se bloquea, deja de funcionar, y esas cosas que quizá tú sabes que no te convienen, la corteza prefrontal no te las trae a la mente. Cobra más fuerza el flechazo que la capacidad de analizar.

Lo que recomiendo es que cuando conoces a alguien y hay una gran atracción física o psicológica, te des un margen de minutos, horas, meses o años, para preguntarte ¿me conviene?, ¿saca lo mejor de mí? Hay gente que pensará que esto le quita naturalidad al enamoramiento. Lo sé. Pero si te dejas llevar por todo lo que sientes, al final eres esclavo de tus impulsos y sensaciones. Después, el daño de la ruptura es terrible. Mi padre dice que «el amor cuando llega puede ser muy ciego, pero cuando se va es muy lúcido». Si queremos ser dueños de nosotros mismos hay que saber tomar decisiones importantes y, una de ellas, es elegir pareja.

«Hay personas que cuando están a tu lado sienten envidia, se sienten menos, tienen complejos y ese estado defensivo, que tú llamas tóxica, es en realidad su mecanismo de defensa»

¿Por qué hay personas que nos alteran más que otras?

Las hay que alteran a todo el mundo. Son los tóxicos universales, gente que por sus vivencias, su historia, tienen una personalidad que altera a muchos, que critica, protesta... La mayor parte de las personas no son tóxicas. Lo que ocurre es que en alguna ocasión hizo algo que te afectó, te trató mal, o las expectativas eran mejores, te humilló, no te quiso, habló mal de ti en público... algo sucede que rompe la cordialidad. Hay que comprender qué pasó porque comprender es aliviar. Hay personas que cuando están a tu lado sienten envidia, se sienten menos, tienen complejos y ese estado defensivo, que tú llamas tóxica, es en realidad un mecanismo de defensa. A veces hay que desmenuzar las relaciones humanas porque cuando uno comprende a la otra persona siente alivio.

¿Qué podemos hacer para ser vitamina?

Intentar hacer la vida más agradable a los demás. Qué estén a gusto, les prestes atención, les escuches atentamente mirando a la cara, te intereses por sus cosas... Todo ello hace que las neuronas espejo, la oxitocina y el cerebro generen una sensación de bienestar buenísima. Y, también es muy importante, intentar no juzgar a las personas que tenemos delante. Todos tenemos un juicio interno, por nuestras creencias, y otro externo, por el que se habla mal de los demás y, así, se enturbia el ambiente.

abc.es

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