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domingo, 3 de julio de 2022

El día del Señor: domingo 14º del T.O. (C)

Como a los 72 discípulos el Señor nos invita a llevar el tesoro del evangelio por todas partes. Acompaño mis reflexiones. 

En el trasfondo del Evangelio de hoy palpita la experiencia, ardua y gozosa a la vez, del apostolado de los primeros discípulos de Jesús que comprobaban cómo el Evangelio era acogido con entusiasmo por muchos aunque se produjeran también rechazos. 

Esta esperanzadora alegría que no se desanima ante las resistencias que la ceguera y debilidad humana presentan, acompañó y acompañará siempre a los cristianos de todos los tiempos. 

 Jesús se alegra con los suyos pero les dice: "no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo". La alegría que debemos tener, pues, no debe ser tanto el resultado de que vemos los frutos de nuestra actuación apostólica como la amistad y cercanía crecientes de Jesucristo y la certeza de que nos espera en en Cielo.

Es como si el Señor nos dijera: me interesas tú, tu animosa colaboración, tu alegría y felicidad eterna, aunque no siempre veas el resultado de tu empeño por darme a conocer. El Señor, como a sus primeros discípulos, nos envía también a cada uno para que, a través del trato con familiares, amigos y conocidos, extendamos su verdad liberadora por todos los rincones del mundo. 

"Los primeros cristianos fueron más fermento que masa. El interés que les acuciaba se imantaba hacia los que le rodeaban en la familia, en el trabajo, en la vida pública... El idealismo de los primeros cristianos -id al mundo entero y predicad el evangelio a toda criatura- era un idealismo realista, que comenzaba el trabajo apostólico, no en el finis terrae, sino en la tierra misma que pisaban. 

Sabían que, para llegar a los últimos extremos de la tierra, habían de recorrerla toda palmo a palmo y que, para anunciar el Evangelio a la humanidad, habían de anunciarlo antes de hombre a hombre, de comunidad a comunidad". Cuando la amistad es tan humana como cristiana, de ordinario, no es preciso ni siquiera provocar el tema de Dios y sus exigencias. La confidencia surge en numerosos momentos y encuentros. 

Entre amigos es fácil una corriente de intercambios de puntos de vista, se confían modos de pensar, de ver las cosas, unos y otros se corrigen, se emulan, en un apostolado tan delicado y amable como eficaz y natural. "Esas palabras deslizadas tan a tiempo en el oído del amigo que vacila; aquella conversación orientadora, que supiste provocar oportunamente..., y la discreta indiscreción que te hace sugerirle insospechados horizontes de celo... 

Todo eso es ‘apostolado de la confidencia’" (S. Josemaría Escrivá). ¡Cuánto podemos hacer a nuestro alrededor no olvidando que hay un hambre y una sed de Dios que sólo Él puede calmar, una enfermedad -la del pecado- que sólo Él puede curar, si colaboramos en su misión evangelizadora! Vale la pena considerarlo.

«Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos, los envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar a donde él había de ir. Y les decía: «La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al señor de la mies que envíe obreros a su mies. Id: he aquí que yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias, y no saludéis a nadie por el camino. En la casa en que entréis decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hubiera algún hijo de paz, descansará sobre él vuestra paz; de lo contrario, retornará a vosotros. Permaneced en la misma casa comiendo y bebiendo de lo que tengan, pues el que trabaja es merecedor de su salario. No vayáis de casa en casa. Y en aquella ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad a los enfermos que haya en ella. Y decidles: "El Reino de Dios está cerca de vosotros. Pero en la ciudad donde entréis y no os reciban, saliendo a sus plazas decid: "Hasta el polvo de vuestra cuidad que se nos ha pegado a los pies sacudimos contra vosotros; pero sabed esto: el Reino de Dios está cerca". Os digo que Sodoma en aquel día será tratada con menos rigor que aquella ciudad. Los setenta y dos volvieron llenos de alegría, diciendo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre". Y Jesús les dijo: "Yo veía a Satanás cayendo del cielo como un rayo. Ved que os he dado poder de pisar serpientes y escorpiones, y sobre todas las fuerzas del enemigo, sin que nada os dañe. Pero no os alegréis de que los espíritus os estén sometidos; alegraos más bien de que vuestros nombres están escritos en el cielo». (Lucas 10, J7-24)

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