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jueves, 18 de febrero de 2016

Alister McGrath: “La ciencia no exige el ateísmo”


La ciencia desde la fees el último ensayo de Alister McGrath, que ha destacado por contrarrestar los argumentos del Nuevo Ateísmo y por defender que la ciencia y la fe ofrecen de forma conjunta una comprensión más razonable y profunda del universo y del hombre. Le hemos entrevistado con motivo de la publicación de su libro.


Nacido en Belfast (Irlanda), en 1953, McGrath llegó a Oxford para estudiar química siendo ateo, pero allí redescubrió la religión. Entendió entonces que la fe no le obligaba a abandonar la ciencia, sino a “verla desde un nuevo prisma”. Tras doctorarse en biología y dedicarse durante una etapa a la investigación, McGrath estudió teología y fue ordenado sacerdote anglicano.
Además de sus escritos teológicos y sus investigaciones, ha publicado diversas obras, como Surprised by Meaning:Science, Faith, and How We Make Sense of Things (2010),The Dawkins Delusion? Atheist Fundamentalism and the Denial of the Divine (2011), o C. S. Lewis. Su biografía, (ver Aceprensa, 1-08-2014) dedicada a uno de los autores que más le han influido.
 Al comienzo del libro comenta que durante cierto tiempo de su vida fue un ateo convencido. Pensaba entonces que ciencia y fe eran incompatibles. Más tarde, modificó su punto de vista y se convirtió al cristianismo “por motivos intelectuales”. ¿Puede explicar cómo descubrió la importancia de la religión?

— Creo que hubo dos momentos en mi transición del ateísmo a la religión. El primero fue el creciente convencimiento de que la ciencia no exigía el ateísmo. El ateísmo era solo una de las opciones, pero existían otras que resultaban cada vez más interesantes. El segundo momento fue cuando me percaté de que la ciencia en realidad no respondía a “las grandes cuestiones” sobre la vida, como el sentido de mi existencia, por ejemplo. Estas cuestiones se encuentran más allá de los límites de la ciencia. 
Comencé a darme cuenta de que los seres humanos necesitamos respuestas de orden existencial sobre el significado, el valor y el propósito de la vida y no solo entender cómo funciona el universo. Más tarde, encontré una cita del filósofo español Ortega y Gasset que creo que refleja muy bien esta idea: “La verdad científica se caracteriza por su exactitud y el rigor de sus previsiones. Pero estas admirables cualidades son conquistadas por la ciencia experimental a cambio de mantenerse en un plano de problemas secundarios, dejando intactas las últimas, las cuestiones decisivas”.
 Según algunos historiadores de la ciencia y divulgadores científicos la religión siempre ha sido una rémora para el avance de la ciencia. A su juicio, esto no es así. Si tuviera que hacer un balance histórico, ¿cuáles serían las principales aportaciones de la religión al ámbito científico?
— Desde un punto de vista histórico, la revolución científica parece haber comenzado en el Occidente cristiano debido fundamentalmente a la idea teológica que afirma la existencia de un orden creado racional y estructurado, un orden que puede ser estudiado para glorificar y honrar a Dios. Ha existido siempre una fuerte motivación religiosa en la investigación científica de la naturaleza. Escritores creyentes como Tomás de Aquino han insistido continuamente en que la regularidad y la belleza del mundo natural apuntan a la sabiduría y la belleza de Dios. Estudiar la creación es una manera de entender a Dios de un modo más pleno.
También es verdad que se han dado situaciones en las que los planteamientos religiosos o políticos han dificultado el avance de la ciencia, como en el caso de Galileo. Pero a veces han sido ideas ateas y políticas las que han obstaculizado el progreso científico. No es muy conocido el hecho de que científicos ateos como Fred Hoyle o Steven Weinberg en un primer momento se opusieron a la teoría del Big Bang porque les parecía ¡“demasiado religiosa”!
 Algunos científicos que han alcanzado mayor repercusión mediática se han mostrado especialmente hostiles a la religión y sostienen que la fe religiosa es irracional. ¿En qué sentido puede afirmarse que la creencia religiosa es racional, razonable o al menos que no es irracional?
— ¡A los medios de comunicación les gustan las opiniones polémicas y enconadas! Esta es una de las razones por las que el Nuevo Ateísmo de Richard Dawkins ha atraído tanta atención. Muchas personas consideran que la religión es irracional; yo también lo pensaba en cierta etapa de mi vida. Pero esto no es tan sencillo. Todo el mundo sabe también que algunas ideas científicas admitidas , especialmente aquellas que tienen relación con la teoría cuántica, parecen irracionales simplemente porque son muy contraintuitivas.
Yo pasé del ateísmo al cristianismo hace muchos años porque consideré que el cristianismo tenía sentido en sí mismo y porque además me ayudaba a dar sentido al mundo. Me proporcionó un marco intelectual que iluminaba y aclaraba las perplejidades que experimentaba dentro de mí y aquellas que nacían de las observaciones sobre el mundo que me rodeaba. Esta es la razón por la que me gusta tanto la cita de C. S. Lewis: “Creo en el cristianismo como creo que el sol ha salido: no porque pueda verlo, sino porque, gracias a él, veo todo lo demás”.
Las teorías se juzgan en función de cuánto sentido dan a nuestro mundo. El psicólogo y filósofo de Harvard William James sugirió que la fe religiosa se debe entender como una “fe en la existencia de algún orden invisible en el cual los enigmas del orden natural encontrarían fundamento y explicación”.

Las creencias científicas

— Desde un punto de vista social y cultural, la ciencia goza de mucha autoridad y sus resultados son considerados por gran parte del público exactos e infalibles. ¿Por qué en su libro sostiene que su alcance es mucho más reducido de lo que la opinión pública y los cientificistas admiten?
— Como sugiere la cita anterior de Ortega y Gasset, la ciencia es precisa y exacta. Pero también es provisional y limitada. En primer lugar, es provisional o, por decirlo de otra manera, sus opiniones van cambiando. Esto no es arbitrario; se producen avances teóricos que nos obligan a abandonar suposiciones anteriores cuando nos damos cuenta de que no son suficientemente buenas para explicar la evidencia. Este hecho sitúa a los científicos en una posición complicada, ya que son conscientes de que aceptan en un cierto momento determinadas explicaciones que, más tarde, se pueden mostrar inadecuadas o erróneas.
Pero más relevante es que la ciencia se ocupa de un conjunto limitado de preguntas. Para la ciencia es difícil tratar con asuntos no empíricos, como aquellos que están relacionados con el sentido, los valores o la belleza, es decir, con todos aquellos temas que revisten más importancia para los seres humanos. ¡Esto no es una crítica a la ciencia! Cuando queremos utilizar una herramienta, hemos de calibrarla y saber en qué condiciones y circunstancias funciona de un modo correcto. Debemos tener cuidado de no abusar de la ciencia, obligándola a responder a cuestiones que se encuentran más allá del alcance del método científico.
— Una de las críticas más habituales que se han realizado al cientificismo consiste en afirmar que la ciencia también se fundamenta en ciertas creencias previas, como la creencia en la racionalidad del mundo o en la validez de sus propios métodos, entre otras. ¿Cuál sería desde su punto de vista la diferencia entre las creencias de la ciencia y la creencia religiosa?
— Popularmente se supone que la ciencia demuestra todo lo que cree. Pero en realidad la ciencia se basa en lo que se ha llamado “creencia justificada”. Un compromiso honrado con la evidencia científica a veces no nos permite decantarnos por la mejor explicación con absoluta convicción. Esto implica que lo que una generación ha creído como rigurosamente cierto puede ser rechazado y considerado erróneo por la siguiente generación (incluso si era incorrecto por razones comprensibles).
La ciencia es como un viaje y todavía no ha llegado a su destino final, lo que significa que las cosas se encuentran en un estado de flujo. Es un pensamiento perturbador, especialmente para aquellos que prefieren pensar que la ciencia ofrece un conjunto definitivo de resultados “científicos”, en lugar de pensar que es un método cuya aplicación conduce a concepciones que cambian con el transcurso del tiempo. Una vez más, esto no es hacer una crítica a la ciencia. Es solo una observación sobre las dificultades a las que nos enfrentamos en nuestros esfuerzos por dar sentido al mundo.
— En otros ensayos ha intentado refutar a los partidarios del Nuevo Ateísmo, como Richard Dawkins o Cristopher Hitchens. En La ciencia desde la fe insiste en rebatir algunas de sus presuposiciones. ¿Por qué no considera científicas sus opiniones? ¿Cómo separar lo que es científico de lo que simplemente son puntos de vista subjetivos e ideológicos?
— La ciencia se encuentra por encima de cualquier ideología, ya sea religiosa o antirreligiosa. Por esta misma razón resulta trágico que los ateos ideológicos de algún modo la hayan secuestrado y que la utilicen como un arma arrojadiza en su batalla contra la religión. Como la ciencia no puede determinar si Dios existe o no, el ateísmo, el agnosticismo y la creencia religiosa son opciones abiertas para todo científico. El argumento de Richard Dawkins da por sentado que la ciencia puede demostrar que Dios no existe y por tanto descarta que creer en Dios sea una opción legítima para los científicos.
A veces tenemos que tomar también decisiones basándonos en una comprensión incompleta de la situación. Así es como son las cosas. El dilema epistémico de la humanidad es que no podemos demostrar las cuestiones que más nos preocupan. Solo podemos demostrar verdades poco profundas. No es una situación cómoda, pero tenemos que acostumbrarnos a ella y no buscar refugio en el ilusorio y utópico mundo del Nuevo Ateísmo, que sostiene que podemos demostrar todas nuestras creencias más profundas.

Un enriquecimiento recíproco

— Una de las conclusiones de su libro es que es necesario entrelazar de nuevo el relato de la ciencia y el relato de la religión, sin confundirlos. ¿Qué ventajas se derivarían de este modo de entender las cosas para la religión? ¿Y para la ciencia?
— Hay muchas maneras en que las ciencias naturales enriquecen nuestra comprensión de la fe. Pensemos, por ejemplo, en las famosas palabras del Salmo 19: “Los cielos proclaman la gloria de Dios”. La ciencia amplía nuestra concepción del cielo y nos permite entender mejor su inmensidad, de modo que intensifica nuestra capacidad de asombro cuando reflexionamos sobre el universo. Nos ayuda por tanto a apreciar la infinidad del cielo, enriqueciendo nuestro asombro ante el firmamento nocturno.
Por otra parte, creo que hay dos modos en los que el cristianismo enriquece la narrativa científica. En primer término, nos proporciona seguridad sobre la coherencia de la realidad, es decir, que pese a lo fragmentada que pudiera parecer nuestra experiencia del mundo, se atisba una “imagen más global” que une las cosas y que conecta en una red de sentido lo que de otro modo parecería incoherente y vacío.
Y, en segundo lugar, el cristianismo ofrece respuestas a aquellas cuestiones que no se pueden resolver científicamente, a esas que Karl Popper llamó “cuestiones últimas”, como el significado de la vida o nuestro lugar en un marco más amplio de cosas. Estos aspectos son como el complemento de una rigurosa y constante aplicación del método científico, y nos protegen del vacío existencial que deriva de ver la ciencia como el fundamento o la base del sentido y de los valores.
— Usted en alguna ocasión ha explicado que la fe religiosa ayuda a dar sentido al mundo y que “no es un salto al vacío, sino el alegre descubrimiento de una imagen más amplia de la realidad”. Parece como si con la narrativa religiosa encajaran mejor las cosas. Pero no se refiere a la verdad del mensaje religioso ni a la verdad de la ciencia. ¿Puede explicar cuál es la relación entre ciencia, religión y verdad?
— Me gustaría aclarar que el libro no es ni una defensa de la religión ni una defensa de la ciencia, sino una exploración sobre cómo la ciencia y la religión pueden interrelacionarse y sobre los beneficios de un diálogo entre ambas. No puedo probar que la perspectiva que adopto en el libro sea la correcta. Pero lo que sí puedo hacer es invitar a que mis lectores se adentren en ella y a que consideren cómo se percibe la realidad desde ese punto de vista. ¿Tiene sentido mi enfoque? ¿Ofrece una nueva comprensión y alcanza mayor profundidad que otras perspectivas anteriores? Confío en que algunas de las ideas sobre las que reflexiono en mi ensayo puedan ser también ser útiles a mis lectores.
Mi enfoque no niega nada en relación con las ciencias, excepto las falsas pretensiones de exclusividad e irreversibilidad por su parte. Esta visión puede estar en conflicto con las tesis del Nuevo Ateísmo, pero ciertamente no lo está con las de la verdadera ciencia, que siempre ha estado dispuesta a reconocer sus límites, pues sabe que plantea cuestiones que trascienden su propia capacidad de respuesta, “cuestiones que la ciencia no puede responder y que ningún avance concebible de esta la capacitará para responder” (Peter Medawar).
— Las reflexiones que recoge en La ciencia desde la feparecen referirse principalmente al cristianismo. ¿Cree que sus opiniones son también aplicables a todas las religiones en general? ¿Por qué el cristianismo se muestra tan compatible con la visión científica?
— Muchas, pero no todas, de las ideas que desarrollo en este ensayo son aplicables a la religión en general. Sin embargo, el cristianismo ha ocupado un lugar especial en el desarrollo histórico de las ciencias naturales y hoy continúa ofreciendo un entorno intelectual que ayuda a la fe.
No soy católico, pero me gustan las palabras de Juan Pablo II: “El cristianismo posee su fuente de justificación dentro de sí mismo, y no espera que la ciencia constituya su principal apologética. La ciencia debe atestiguar su propia valía. Mientras cada una puede y debe apoyar a la otra como dimensiones distintas de una cultura humana común, ninguna debe suponer que constituye una premisa necesaria para la otra”.
Aceprensa

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