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miércoles, 26 de mayo de 2010

Un misionero escribe al New York Times para relatar estremecedoras historias que «no son noticia»

          “Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación. Hace veinte años que vivo en Angola como misionero”. 

          Así comienza una carta que el misionero salesiano uruguayo Martín Lasarte envió al New York Times sin obtener respuesta. En la misma, explica la labor silenciosa en favor de los más desfavorecidos de la mayoría de los sacerdotes de la Iglesia católica que, sin embargo, “no es Almudi.org - Misión en Ugandanoticia”

          En la carta remitida a ZENIT por el padre Martín Lasarte, explica que la envió el 6 de abril al diario neoyorquino y desde entonces no ha obtenido respuesta. En ella expresa sus sentimientos ante la ola mediática que han despertado los abusos de algunos sacerdotes mientras sorprende el poco interés que suscita en los medios la labor cotidiana de miles y miles de sacerdotes. 

          “Me da un grande dolor que personas que deberían de ser señales del amor de Dios hayan sido un puñal en la vida de inocentes. No hay palabra que justifique tales actos. No hay duda que la Iglesia no puede estar sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por lo tanto todas las medidas que sean tomadas para la protección, prevención de la dignidad de los niños serán siempre una prioridad absoluta”, afirma en su carta.
Sin embargo, añade, “es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que se consuman por millones de niños, por los adolescentes y los más desfavorecidos en los cuatro ángulos del mundo”

          “Pienso que a vuestro medio de información no le interese que yo haya tenido que transportar por caminos minados en 2002 a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola) pues ni el gobierno se disponía y las ONG no estaban autorizadas; que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y retornados; que le hayamos salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto médico en 90.000 kilómetros cuadrados, así como con la distribución de alimentos y semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a más de 110.000 niños...”, subraya. 

          “No es de interés —añade— que con otros sacerdotes hayamos tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban las alimentos del Gobierno y la ONU”.
Y enumera a continuación una serie de acciones realizadas, muchas veces con riesgo o pérdida de la vida, por compañeros suyos que son ignoradas por los medios. 

ALMUDÍ
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