Francisco publicó este jueves el decreto que declara Venerable al Papa Juan Pablo I, Albino Luciani (1912-1978), una decisión prevista tras el voto unánime con el que la Congregación para las Causas de los Santos había reconocido esta misma semana sus virtudes heroicas, en seguimiento al también unánime parecer de su comisión de teólogos.
De esta forma quedaba concluida la fase romana de la causa de canonización abierta en marzo de 2008, recogida en una Positio sobre la heroicidad de sus virtudes y su fama de santidad de casi cuatro mil páginas. El siguiente paso para la beatificación es que la Santa Sede reconozca al menos un milagro obtenido por su intercesión.
Elegido Papa el 26 de agosto de 1978 a la muerte de Pablo VI, fue hallado muerto en su cama a las 5.30 horas del 29 de septiembre, siendo su pontificado, de 33 días, uno de los más breves de la historia. Algunas contradicciones en los testimonios sobre el hallazgo de su cuerpo, así como la negativa de los responsables de la Iglesia durante la sede vacante a practicar la autopsia, dieron pábulo a algunas especulaciones periodísticas que sugirieron un asesinato, que habría tenido lugar por razones tan diversas como los intereses de los autores de la especulación.
David Yallop formuló la tesis en su libro En el nombre de Dios (1984), refutado sin contemplaciones por John Cornwell en Como un ladrón en la noche (1989), una investigación que confirmaba las razones médicas que, tal vez sí -sostenía Cornwell- pudieron haberse tenido en cuenta.
Una reciente investigación prologada por el cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, confirma esa idea. Se trata de la obra de Stefania Falasca, vicepostuladora de la causa de beatificación, Cronaca di una morte [Crónica de una muerte]: "De la documentación recogida en el libro, que incluye la historia clínica y el diagnóstico que hizo en el momento de la muerte el doctor Buzzonetti, se puede decir que Luciani murió por un fallo isquémico que provocó un infarto. Esta es la verdad pura y dura", afirma Falasca en una entrevista con Radio Vaticano.
El proceso de beatificación de Juan Pablo I está llamado pues a dejar de valorar su Pontificado exclusivamente desde el punto de vista de su abrupto final, para conseguir una panorámica general de su vida.
Albino Luciani nació el 7 de octubre de 1912 en Forno di Canale, en la región del Véneto, y fue ordenado sacerdote el 7 de julio de 1935. Trabajó como vicario parroquial en Agordo, luego como profesor de religión allí, y en 1937 fue nombrado subdirector del seminario de Belluno. Tras licenciarse en Teología por la Gregoriana en 1947, fue ascendiendo en la diócesis (procanciller, provicario y vicario general), hasta que en 1958 San Juan XXIII lo designó obispo de Vittorio Veneto. Participó en el Concilio Vaticano II, y en 1969 el Beato Pablo VI lo promovió a Patriarca de Venecia, uno de los tradicionales viveros de Papas. En 1973 recibió la púpura cardenalicia, y aunque no figuraba entre los papables en el cónclave posterior a la muerte del Papa Montini, tampoco fue una sorpresa absoluta como la que esperaba a la Iglesia pocas semanas después con la llegada a la Santa Sede del cardenal de Cracovia.
Se le ha llamado "el Papa de la Sonrisa" por el contraste que supuso su rostro alegre con el gesto normalmente más adusto de su predecesor. Pero es algo más que eso. Era ya conocido como un pastor muy próximo a los fieles y que había inaugurado formas de comunicación poco habituales con los cristianos.
Su libro Ilustrísimos Señores, convertido en best seller tras su designación como Papa, consistente en una serie de cartas a personajes variados, reales y ficticios (de Charles Dickens a Santa Teresa de Ávila, pasando por Pinocho, por citar solo algunos), que le servían para introducir cuestiones de actualidad, de fe y de moral.
La brevedad de su pontificado dejó inédita la orientación general que habría adquirido de prolongarse en el tiempo. Pero no quiere decir que no influyese en el inmediato futuro. Para los cardenales que acababan de elegirlo fue un shock. Elcardenal Joseph Ratzinger se preguntó así: “¿Cuál es la voluntad de Dios con respecto a nosotros en este momento? Estábamos convencidos de que la elección se había hecho en correspondencia con la voluntad de Dios, no simplemente de una forma humana… y si había muerto después de un mes de resultar elegido de acuerdo con la voluntad de Dios, era que Dios tenía algo que decirnos”. Según el cardenal William Baum (1926-2015), arzobispo de Washington, también había en ese fallecimiento súbito "un mensaje del Señor para enseñarnos algo", y de esa forma el cónclave subsiguiente fue "intensamente devoto" y "más profundamente espiritual" que el anterior. Se interpretó, concluía el futuro Benedicto XVI, que se abría "la posibilidad de llevar a cabo algo nuevo". Y así fue.
religionenlibertad.com
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