El prefecto apostólico de Battambang (Camboya), Mons. Enrique Figaredo junto a Carlos Romero, presidente del Congreso. |
Los participantes afirman sentirse impulsados a participar en la vida pública a través la política “una de las más altas formas de caridad”.
El Congreso recuerda en su manifiesto “un acontecimiento que puso en marcha el proceso de actualización y renovación de toda la Iglesia: el Concilio Vaticano II. Un proceso de reforma de mentalidades y de estructuras al que el Papa Francisco, hoy, continúa invitándonos”.
Además, citando la Constitución Apostólica Gaudium et Spes de Pablo VI se comprometen, como cristianos a “dar razón de nuestra esperanza y de nuestra alegría abriendo caminos nuevos, solidarios y comprometidos en la construcción del bien común”.
Por todo ello, en el manifiesto de conclusión del XIX Congreso Católicos y Vida Pública, “alentados por el testimonio de un sinfín de cristianos comprometidos, afirmamos nuestra total adhesión al mensaje que la Iglesia propone al mundo de nuestro tiempo: la creación de una nueva civilización del amor animada por la caridad; principio y motor de su dinamismo” y a seguir “anunciando al Dios Trinitario; luz y amor inefables para los hombres”.
Participar en política
Desde esa visión cristiana, los participantes del Congreso se sienten impulsados a participar activamente en la vida pública a través la política –una de las más altas formas de caridad–, desde los valores cristianos de la verdad, la justicia, la libertad y la dignidad irrenunciable de la persona”.
Como miembros de la Iglesia, se comprometen a “suscitar una concepción positiva y trascendente del hombre y de su destino; a promover comportamientos en favor de la cultura de la paz; a denunciar toda forma de explotación y consumismo; y a crear soluciones para superar las causas de la pobreza de tantos millones de hombres, mujeres, niños y ancianos descartados”.
Respeto a la vida
En esta línea, apoyan en primer lugar a la familia “sede principal de la cultura” y defienden “la igualdad de derechos de la mujer y la cultura del respeto a la vida, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural”.
Asimismo, tienden “la mano a los emigrantes y los acogemos como hermanos obligados a buscar nuevos caminos para superar la precariedad de su vida y la de sus familias”.
También inciden en poner su atención “en la salud del planeta –la casa de todos–, a través del uso racional de los bienes y la protección de la naturaleza”.
Agradeciendo las innumerables instituciones educativas de la Iglesia, se comprometen “a ser educadores según el corazón de Dios, convencidos de la importancia de la educación animada por la fe católica y su empeño por una formación integral, excelente, y abierta a los más auténticos valores humanos y cristianos”.
El manifiesto finaliza con unas palabras del Papa Francisco para salir de nosotros mismos y darnos a los demás: “Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien”.
religionconfidencial.com
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