Desde su publicación, la encíclica “Humanae vitae” ha recibido insistentes críticas por no admitir la anticoncepción. Cincuenta años después, la realidad muestra que Pablo VI acertó en sus advertencias y sus pronósticos.
Resulta especialmente pertinente centrarse en “la realidad” hoy, cuando conmemoramos el 50 aniversario de una de las más famosas –y más desacreditadas– encíclicas de la historia de la Iglesia. Hace diez años, con motivo de su 40 aniversario, First Things publicó un ensayo mío titulado “Vindicación de la Humanae vitae”.
Allí, haciéndome eco de datos de distintas procedencias –la sociología, la psicología, la historia, la literatura feminista actual–, decía: “Al cabo de cuatro décadas, se han confirmado empíricamente las predicciones de la encíclica, y además como pocas predicciones se han confirmado: de una manera que sus autores no podían haber previsto, con datos que no se conocían cuando se escribió el documento, por investigadores y especialistas que no tenían interés en su contenido, en ocasiones sin percatarse de ello y, también, por muchos que se declaraban contrarios a la Iglesia”.
El documento más vilipendiado a nivel
mundial del último medio siglo es, al mismo tiempo, el más profético y el que
más nos ilustra sobre nuestra época.
Los anticonceptivos han servido para
debilitar la creencia de que los hombres tienen igual responsabilidad en caso
de embarazo imprevisto.
La anticoncepción no era suficiente;
hacía falta además la libertad para eliminar el fruto de una anticoncepción
fallida.
Personas ajenas a la Iglesia católica
–sobre todo, algunos líderes protestantes–contemplan la “Humanae vitae” bajo
una luz nueva y más favorable.
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Aceprensa.comJuan Ramón Domínguez Palacios / http http://lacrestadelaola2028.blogspot.com
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