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lunes, 15 de febrero de 2010

La reforma de la reforma litúrgica, según el maestro de celebraciones del Papa


Pensando en mis amigos sacerdotes y en todos los interesados en la liturgia católica, incorporo al archivo del blog el texto de una conferencia que se ha publicado ayer. La pronunció monseñor Guido Marini, maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Papa, el 6 de enero, al dirigirse a una peregrinación de presbíteros de habla inglesa a la tumba de San Pedro con motivo del Año Sacerdotal. Reproduzco algunas de sus reflexiones:

Es urgente reafirmar el "autentico" espíritu de la liturgia, tal y como está presente en la ininterrumpida tradición de la Iglesia, y está atestiguado, en continuidad con el pasado, en las más recientes enseñanzas del Magisterio: comenzando desde el Concilio Vaticano II hasta Benedicto XVI.
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Quiero subrayar el término sagrado en su aplicación a la "liturgia". No se trata de una casualidad ni de un dato sin importancia. De hecho, los padres conciliares buscaron reforzar el carácter sagrado de la liturgia.
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Desde esta perspectiva no es difícil darse cuenta de lo alejados que están del autentico espíritu de la liturgia algunas prácticas. En ocasiones, bajo el pretexto de una mal entendida creatividad se ha logrado subvertir la liturgia de la Iglesia. En nombre del principio de adaptarse a la situación local y a las necesidades de la comunidad, uno se atribuye el derecho a quitar, añadir o modificar el rito litúrgico, según la subjetividad y la emotividad. En esto, nosotros los sacerdotes, tenemos una gran responsabilidad.
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¿Qué se entiende por "oración dirigida hacia oriente"? Se refiere a la orientación del corazón orante hacia Cristo, de quien viene la salvación, y hacia quien se dirige tanto en el comienzo como en el fin de la historia. El sol nace en oriente, y el sol es un símbolo de Cristo, la Luz que surge de oriente. Basta recordar el pasaje mesiánico del cántico del Benedictus: "Por la insondable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de oriente".
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Este fue el motivo de la propuesta presentada por el entonces cardenal Ratzinger, y reafirmada ahora durante su pontificado, de colocar el Crucifijo en el centro del altar, para que todos, durante la celebración de la Liturgia Eucarística, puedan verdaderamente mirar hacia el Señor, orientándo así también su oración y su corazón.
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No se puede decir que el Crucifijo impide que los fieles vean al celebrante. ¡Los fieles no tienen que mirar al celebrante en ese momento de la liturgia! ¡Tienen que dirigir su mirada hacia el Señor! Del mismo modo, quien preside la celebración siempre debería poder dirigir su mirada hacia el Señor. El Crucifijo no es un impedimento para nuestra mirada; más bien abre el horizonte al mundo de Dios, lleva a contemplar el misterio, introduce la mirada en ese Cielo del que procede la única luz capaz de dar sentido a la vida en esta tierra. Nuestra mirada, en verdad, quedaría oscurecida y obstruida si nuestros ojos permanecieran fijos sólo en la presencia del hombre y su obra.

TEXTO COMPLETO DE LA CONFERENCIA

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