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viernes, 23 de diciembre de 2016

La educada persecución contra cristianos en Occidente

Mientras los cristianos sufren una persecución violenta en países de Oriente Medio y África, en Occidente están expuestos hoy a otro tipo de opresión dirigida a eliminar la religión del espacio público. Así lo ha advertido Mons. Antoine Camilleri, subsecretario para las Relaciones de la Santa Sede con los Estados, en su intervención inaugural en la sesión de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) el pasado día 14 en Viena.
Aunque en Europa, reconoció Camilleri, no se producen las persecuciones violentas que se dan en otras partes del mundo, también ocurren “actos de vandalismo contra espacios religiosos y símbolos; contra cruces, imágenes y otros instrumentos religiosos, así como el robo y el abuso sacrílego de lo que los cristianos consideran sagrado. Estos no son solo ejemplos de falta de respeto, sino de intolerancia y en muchos casos actos delictivos cometidos con un motivo sectario”.

Sacar a la religión del espacio público

Camilleri citó a Benedicto XVI para decir que “la religión no es un problema que los legisladores tengan que resolver, sino una contribución vital al diálogo nacional”. A este respecto, expresó su preocupación ante “la creciente marginación de la religión, en especial del cristianismo, que está teniendo lugar en algunas naciones que sin embargo hacen mucho énfasis en la tolerancia”.
“Hay algunos que propugnan silenciar la voz de la religión, o al menos relegarla a la mera esfera privada. Hay quien quiere evitar la celebración pública de fiestas cristianas, como la Navidad, con el pretexto de que puede molestar a los de otras religiones o a los no creyentes”. “Actuar y hablar públicamente como un cristiano en la vida profesional nunca ha sido tan arriesgado”, dijo Camilleri.
Estos ejemplos son parte de un “sentimiento anticristiano” que, como señaló Benedicto XVI, se basa en oponer “la libertad religiosa contra alguna noción genérica de tolerancia y no discriminación”.
“Pero la tolerancia y la no discriminación –señaló Camilleri– no deberían ser utilizadas o interpretadas de un modo que restrinja la libertad religiosa o de creencia u otras libertades fundamentales. La legislación antidiscriminación que niega la libertad religiosa o de creencia –y a menudo ignora el derecho de los cristianos a actuar de acuerdo con sus creencias e intereses– está en claro contraste con las exigencias de la OSCE”.

Algo más que libertad de culto

Un cristiano nunca puede apelar a la libertad religiosa para incitar a la violencia contra los no creyentes, afirmó Camilleri. “Sin embargo, un predicador cristiano que respetuosa y fielmente enseña los principios religiosos y morales de su Iglesia está protegido por la libertad religiosa, incluso cuando la opinión mayoritaria se sienta incómoda con esta proclamación. Hemos de despertar la preocupación ante esta discriminación contra los cristianos incluso en regiones donde la opinión pública internacional normalmente espera que no se dé”. “A los cristianos, al igual que los demás, se les debería permitir expresar públicamente su identidad religiosa, libremente y sin sufrir presiones para que la oculten o disfracen”.
Esta intolerancia con el papel de la religión en la vida pública es lo que el Papa Francisco ha llamado “la educada persecución de los cristianos”. En palabras de Camilleri: “Con el pretexto de la ‘corrección política’, la fe y la moral cristianas se tachan de hostiles y ofensivas, y por tanto, como algo que hay que eliminar del discurso público”. “Este temor a que el cristianismo desempeñe su legítimo papel en el espacio público revela una visión ‘reduccionista’ de la libertad religiosa o de creencia, limitada a la mera libertad de culto”.

La Iglesia, dijo Camilleri citando al Papa Francisco, no pretende sustituir a los políticos ni ofrece soluciones técnicas a los problemas del mundo. Pero Camilleri citó diversos documentos de la OSCE donde se pide a los Estados que “incluyan a las comunidades religiosas en el diálogo nacional, también a través de los medios de comunicación. Por lo tanto, los Estados deberían apreciar las intervenciones de los representantes de las comunidades religiosas que dan sus puntos de vista –basados en convicciones morales que se derivan de su fe– sobre asuntos de la vida ordinaria y, en particular, en las disposiciones legislativas y administrativas de su país”.
aceprensa.com

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