Se nos anuncia la inminente llegada del Salvador, "Dios con nosotros" (1ª lect), del linaje de David, Hijo de Dios (2ª lect). José, esposo de María, se siente turbado ante el embarazo de ella pero no queriendo infamarla piensa abandonarla en secreto. Un ángel, en sueños, le comunica el misterio (3ª lect).
Cada uno de nosotros debería emular esta reserva ejemplar de José cuando el misterio de Dios nos desconcierta. José está dominado por una torturante idea que no le deja dormir. Está seguro de la pureza de María porque la inocencia y la rectitud son difíciles de simular, pero sus ojos ratifican lo que todos ven y en lo que él no ha tenido parte. José tiene motivos suficientes para hacerle una escena a María. Sin embargo, calla.
Dios, a través de un ángel, le tranquiliza: "José, hijo de David, no tengas recelo en recibir a María, tu esposa, porque lo que se ha engendrado en su vientre es del Espíritu Santo". ¡Con qué ojos tan distintos miraría a la Virgen a partir de esa aclaración! ¡Dios en el vientre de mi mujer! ¡Dios en mi casa! ¡Con qué respeto y delicadeza la trataría!
Dios está entre nosotros, en cada uno. Al encarnarse, su contacto con la humanidad no fue puramente circunstancial sino total, hipostático, lo llamaron los padres de nuestra fe. Dios ha hecho suya la causa del hombre y nos ha advertido que cualquier cosa que hacemos a alguno de sus hermanos más pequeños -que eso somos cada uno- a Él se lo hacemos. Cuando yo sonrío, hago un servicio, evito una palabra que puede herir, me intereso por los demás, estoy sonriendo, sirviendo, evitando herir e interesándome por Jesucristo.
Preguntémonos en el umbral de estos días navideños en que la familia se reúne y adornamos la casa, se sacan las mejores bebidas, las comidas más sabrosas: ¿Sacamos lo que de más cálido y mejor hay en nosotros para alegrar la vida de quienes nos rodean? ¿Sabemos reprimir el genio, moderar el carácter, pasar por alto los pequeños roces propios de toda convivencia? ¿Alivio con mi generosidad a quienes no gozan de la abundancia que Dios me ha concedido?
Dios está entre nosotros, en el marido, la mujer, los hijos, los hermanos, los vecinos y compañeros de profesión, los enfermos, los menos favorecidos, los que están en prisión... ¡Qué gran cosa sería que el cambio que se operó en S. José ante la aclaración del ángel, se produjera también en nosotros y tratáramos a los demás con la admiración y el afecto con que él trató a quien llevaba en su seno a Dios, María, su esposa!
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (Mt 1, 18-24)
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: "Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"". Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.
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