— Las dificultades forman parte de la vida cotidiana de las personas, también en la convivencia conyugal. Pero a veces las situaciones se enquistan y hace falta la ayuda de un experto. ¿Ante qué señales recomendaría usted acudir a esa ayuda externa?
— Suelo decir que todas las parejas experimentamos diferencias, tenemos discusiones, que normalmente se zanjan en una conversación mientras paseamos al perro, preparamos la cena o hablamos un rato en el sofá. Cuando la pareja no consigue resolver por sí misma esas diferencias, cuando se suceden las discusiones sin cerrar –porque termina levantándose uno de los dos del sofá, o incluso con un portazo o un mal comentario–, entonces ha llegado el momento de buscar ayuda externa.
Esa ayuda normalmente no debe buscarse entre algún amigo o miembro de la familia que, de ordinario, estará más cerca de uno que del otro, aunque hay excepciones, claro. La ayuda debe venir de alguien que sea totalmente neutral y que pueda aportar objetividad a la situación.
Más señales serían el sufrimiento y el dolor profundo que suponen no estar en paz con tu pareja, la permanencia de fondo de un sentimiento de distancia hacia el otro. O ver que las discusiones por cualquier tontería, que deberían resolverse en poco tiempo, se prolongan y se agudizan.
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