La tecnología biométrica ha dejado de ser un fenómeno propio de las historias de ciencia ficción. Los gobiernos de algunos países llevan tiempo utilizándola para reconocer a sus ciudadanos, algo que plantea nuevos retos éticos y que ya ha llegado a casos extremos, por ejemplo, en China.
La biometría consiste en identificar a las personas a través de una característica física exclusiva: primero fueron las huellas dactilares y, más recientemente, el iris, o el rostro.
El Estado indio tiene almacenados los datos biométricos de 1.100 millones de personas.
En Australia el gobierno tiene una base de datos faciales del 85% de los ciudadanos y planea aprobar una ley para que también las empresas privadas empleen el reconocimiento de rostros.
China ha instalado 170 millones de cámaras con capacidad de reconocimiento facial que registran los movimientos de las personas.
En China no existe ningún tribunal que proteja la privacidad y, por lo tanto, los ciudadanos no tienen posibilidad de denunciar a nadie. Sin embargo, su situación actual es mirada con lupa por Occidente, como un modelo al que nunca deberíamos llegar.
En China no existe ningún tribunal que proteja la privacidad y, por lo tanto, los ciudadanos no tienen posibilidad de denunciar a nadie. Sin embargo, su situación actual es mirada con lupa por Occidente, como un modelo al que nunca deberíamos llegar.
Artículo completo en Aceprensa.comJuan Ramón
Domínguez-Palacios
www.lacrestadelaola2028.blogspot.com
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